Hoy hace seis años de muchas muertes, más de 15.000 personas murieron y decenas de miles de personas cambiaron de vida para siempre. El noreste de Japón fue golpeado por un terremoto, seguido por un enorme tsunami que destruyó localidades costeras, una tras otra. En los días siguientes llegaron horribles noticias: comenzaba el desastre nuclear de Fukushima Daiichi.



El desastre continúa con nosotros.

Los supervivientes nucleares siguen viviendo con miedo por la salud de sus familias y con incertidumbre acerca de su futuro. Las mujeres se llevan la peor parte. Luchan con preguntas sin respuesta, incapaces de aliviar una sensación profundamente arraigada de indignación e injusticia.

Durante los últimos seis años, tan sólo dos semanas después del comienzo de este desastre nuclear, Greenpeace llevó a cabo controles de radiación en la región contaminada. El último muestreo recogió datos alrededor de las casas en el pueblo de Iitate, ubicadas a 30-50 km de la central nuclear de Fukushima Daiichi. En algunos hogares, los residentes recibirán una dosis de radiación equivalente a una radiografía de tórax semanal. Y eso suponiendo que permanecen en las zonas descontaminadas delimitadas, ya el 76% de la superficie total de Iitate no se ha tocado y sigue estando muy contaminada.



A pesar de esto, el gobierno, encabezado por Abe Shinzo, tiene la intención de levantar las órdenes de evacuación en marzo y abril de este año, y un año después acabar con las ayudas para las familias de esas zonas. También se cancelará apoyo a la vivienda para los que se evacuaron fuera de las zonas designadas. Para aquellos que dependen de este apoyo, esto significa tener que volver.

Las mujeres y la infancia son las más afectadas por el desastre nuclear. Son más vulnerables a los efectos de la exposición a los desastres y la radiación. La evacuación rompió las comunidades y las familias, privando a las mujeres y a los niños y niñas de las redes sociales y fuentes de apoyo y protección. Junto con una gran brecha salarial (Japón ocupa el tercer puesto en el ranking de los países de la OCDE con  mayor disparidad de ingresos entre los géneros), las evacuadas, especialmente las madres que cuidan en solitario a sus hijas e hijos, afrontan un mayor riesgo de pobreza que los hombres.

Aún así, y a pesar de todo ello o debido a la adversidad, las mujeres son la mayor esperanza para un cambio transformador. Aunque las mujeres están marginadas política y económicamente, han estado a la vanguardia de exigir el cambio del gobierno y de la industria nuclear.

Las madres de Fukushima, y de otras zonas, están luchando en contra de las políticas y decisiones paternalistas del gobierno, para proteger a sus hijas e hijos y para asegurar un futuro libre de nucleares para las próximas generaciones. Ellas están liderando los movimientos antinucleares, organizando sentadas en frente de las oficinas del gobierno, encabezando las luchas legales y testificando en los juicios, y uniéndose para luchar por sus derechos.



Es hora de levantarse junto a las mujeres a la vanguardia de la lucha antinuclear. Vamos a luchar por sus derechos y por el futuro junto a ellas.

Yuko Yoneda es la Directora Ejecutiva de Greenpeace Japón