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Fotógrafo: Ares G. |
El 70% de nuestro cuerpo es agua, o esto, por lo menos, lo hemos oído cientos de veces. Este dato será más o menos riguroso, pero lo que transmite es absolutamente cierto. Se trata de la importancia del agua para la vida. Es tan clara esta idea que cuando nos quieren transmitir “frescura”, “vida”, “pureza”, “naturaleza” en un anuncio no es raro que aparezca siempre el agua. La imagen es agua - incolora, inodora e insípida- en forma de gotas o borbotones que caen, brotan o discurren a cámara lenta....
Y sin embargo, cada vez se hace más difícil encontrar esta imagen de forma natural y sin manipular. Por ejemplo, en Hungría el agua estos días es roja, huele a química y nadie la quiere probar para ver cómo sabe. Éste es un ejemplo extremo y muy dramático de la transformación que están sufriendo nuestras reservas de agua y del abuso de las empresas que siguen en escalada hacia el máximo beneficio económico sin pararse a mirar lo que dejan atrás o cuáles serán las consecuencias de sus acciones.
Hace unas semanas y en este mismo blog escribíamos sobre la contaminación en países del sur generada por el consumo del norte. Hablábamos en concreto de China, y en cómo seguían creciendo los niveles de contaminantes en sus ríos. Esos mismos contaminantes que ya estaban decreciendo en los ríos de otros países. Y es que la globalización es así, la mayoría de las empresas se comportan con el mismo “código ético” en los países dónde operan. Un código ético que se adapta a las condiciones que marca el nivel de restricción legal y real o de permisividad administrativa para definir la “estrategia ambiental” de la empresa.
Tristemente humorístico es un documento de Greenpeace en China, que describe las “estrategias ambientales” de las empresas que allí operan. Se llama “Playing Dirty, how factories hide their pollution in China” (“Jugando Sucio, cómo esconden las fábricas su contaminación en China”). Se describen muchos de los trucos de las empresas para rehuir las obligaciones legales, éticas o de imagen que les desvíen de sus intereses. Algunos son esperar a que suba el nivel del agua y que oculte las tuberías para empezar a verter, juntar las tuberías de todas las fábricas vecinas en una sola y que así no haya responsables, construir una tubería muy larga que aleje el vertido de tu fábrica para que nadie sepa de dónde viene, verter por las noches, que se ve menos, construir dos tuberías (la de exhibición y la de verdad) y ya “in extremis” huir...
Tras el humor se esconde una realidad dramática. El 70% de los ríos y lagos en China están demasiado contaminados para usos humanos. La mitad de esta contaminación es industrial y es debido a que la legislación china contra los vertidos es laxa en sí misma y en su aplicación más aún.
De forma generalizada y con especial incidencia en China, que es el motor de la sociedad de consumo que se “disfruta” en el norte, la contaminación del agua está deteriorando este recurso hasta la extenuación. Los conceptos incolora, inodora e insípida cada vez son más difíciles de asociar al agua. La situación es crítica y la necesidad de cambios en el gobierno del agua, urgente. No olvidemos que dos terceras partes de la Tierra son agua.
¿Llegará el día en que sólo podremos ver agua impoluta en los anuncios publicitarios? Anuncios de productos que si miramos con atención seguro que llevan la etiqueta “made in China” u otra parecida.
Sara del Río, responsable de la campaña de Contaminación de Greenpeace
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