Garoña ha dejado de funcionar. Endesa e Iberdrola, empresas propietarias de la central, han pretendido echarle un pulso al Gobierno, o mejor dicho, pretenden un chantaje tan vergonzoso como descarado. Estas empresas eléctricas están usando Garoña como moneda de cambio para presionar al Gobierno y evitar que el Proyecto de Ley de medidas fiscales para la sostenibilidad energética, a punto de aprobarse, grave la generación de residuos radiactivos con nuevos impuestos que tengan que pagar las eléctricas. Una ley que tampoco gusta nada a los ecologistas, por razones bien diferentes.
Nuclenor ha explicado sus argumentos en un comunicado de prensa, que como las ruedas de prensa del PP, no admite preguntas: “Nuclenor no ampliará la información contenida en esta nota de prensa”, dice literalmente. Ellos sabrán por qué. Pero se les cuela una afirmación que demuestra que mantener la central no es rentable incluso antes de que entre en vigor la nueva ley, ya que hablan de “las actuales pérdidas económicas ” de la central. Y con todo, hacen explícito una vez más el chantaje que llevan haciendo al Gobierno desde hace meses: o se cambia la propuesta de ley para acomodarse a sus intereses, o cierran la central.
Amenaza que han venido repitiendo con insistencia durante meses, que empezó a ser creíble cuando dejaron pasar el plazo para solicitar la prórroga que el Gobierno generosamente les había concedido, y que culminó la tarde del domingo 16 de diciembre cuando, a las dos de la tarde, las centrales nucleares españolas estaban generando 6495 MW. A partir de ese momento, la potencia nuclear fue bajando suavemente hasta que, a las once la noche, se situó en 6035 MW. La diferencia es de 460 MW, exactamente la potencia de la central de Garoña.
Garoña dejó de suministrar electricidad a partir de ese momento y, ¿qué pasó? Pues nada. Las eléctricas amenazaban con que nos íbamos a quedar sin luz y nos íbamos a arruinar si cerrábamos Garoña y los ecologistas argumentábamos lo contrario. Pero lo que pretendía ser la culminación de una maniobra de presión de las eléctricas sobre un Gobierno preso de sus absurdos postulados pro-nucleares, resultó ser la mejor prueba de quién tenía razón. Se acabó el debate. Garoña dejó de funcionar y el sistema eléctrico ni se inmutó.
Mientras, los parques eólicos estuvieron durante todo el fin de semana suministrando el doble de electricidad que todas las nucleares de España juntas, situando la generación eólica por encima del 50% en muchas ocasiones (llegando hasta el 55%).
Así que el chantaje pretendido por las eléctricas ha resultado ser una moneda sin valor. No hay por qué ceder al chantaje, no hay por qué dejar de gravar con impuestos la generación nuclear y sus residuos en la nueva ley, porque la moneda de cambio de las eléctricas no vale nada. Garoña no era necesaria.
José Luis García Ortega, responsable del Área de Energía y Cambio Climático de Greenpeace