Si queremos que no haya más mareas negras, debemos abandonar la dependencia del petróleo. Pero tan fácil como es decirlo, difícil parece hacerlo realidad, puesto que casi la mitad (47%) de la energía que consumimos en España procede del petróleo. De los 88 millones de barriles de petróleo que la humanidad consume cada día, el 1,7% se consumen en España.



La buena noticia es que en nuestro caso ese consumo está bajando, debido a dos factores: consumimos menos energía por la crisis económica, pero también hemos diversificado las fuentes de energía, con un aumento muy destacado de las energías renovables. Cuando se hundió el Prestige, la aportación renovable era tan pequeña que no se  desglosaba todavía en las estadísticas.  Diez años después, el consumo de electricidad renovable no hidráulica ha aumentado un espectacular 529% en España y un 261% en el mundo. Y según el último estudio [R]evolución Energética de Greenpeace, en los próximos 20 años la potencia instalada de energías renovables en el mundo aumentará en más de 30 veces.

A la vista de esos datos, resulta incomprensible que el Gobierno español haya paralizado el crecimiento de las renovables, y que haya votado en contra de la nueva directiva europea de eficiencia energética. Y es que consumir menos energía porque estemos en crisis no es un consuelo, lo interesante es reducir la demanda de energía sin contraer el bienestar, es decir, mejorando la eficiencia.

El ahorro de energía es crucial para reducir el consumo de petróleo, sobre todo en el transporte, que es donde se utiliza la mayor parte del petróleo, especialmente en el transporte por carretera . Greenpeace ha demostrado con el estudio Energía 3.0 que en 2050 podríamos necesitar para transportarnos un 65% menos de energía que ahora, gracias a dos elementos clave: un sistema de transporte inteligente que permita usar todo tipo de vehículos con su máximo aprovechamiento y la sustitución de los motores de combustión por eléctricos, produciendo toda la electricidad con fuentes renovables.

No nos podemos permitir el lujo de esperar a que se acabe el petróleo para dejar de depender de él. Entre otras cosas, porque según se agotan unos yacimientos, otros nuevos se ponen en explotación, cada vez más caros y complicados de extraer, eso sí. Lo que hace falta es la decisión de cambiar el modelo energético, sabiendo que es posible hacerlo. Eligiendo las soluciones sostenibles (eficiencia, inteligencia y energía renovable) es como se podrá reducir la probabilidad de un cambio climático peligroso y, asimismo, la de accidentes de la gravedad del Prestige.

José Luis García Ortega, responsable del área de Cambio Climático y Energía de Greenpeace
Fotos: Pedro Armestre (@PedroArmestre)/Greenpeace


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