Mañana, 6 de agosto, se cumplen 66 años del bombardeo nuclear sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, que fue seguido tres días después por el de Nagasaki. Alrededor de 250.000 personas murieron en ambos lugares por los efectos inmediatos y a medio plazo de las bombas nucleares. Los centros urbanos de las dos ciudades quedaron reducidos a escombros.
Además, Japón afronta de nuevo una emergencia nuclear como consecuencia del accidente de la central de Fukushima. Por ello, este aniversario debe servir para recordar el peligro que supone la tecnología nuclear -de usos civiles y militares- para la supervivencia del planeta.
Como consecuencia de la detonación sobre Hiroshima, una enorme bola de fuego envolvió la ciudad y provocó enormes temperaturas. Algunos edificios simplemente se derritieron. Muchas personas se volatilizaron, dejando sus sombras pegadas sobre calles y muros. Estas "sombras muerte" son dibujadas cada año por los habitantes de la ciudad como una conmemoración de los que así fallecieron.
Muchos murieron por el extremo calor. Otros lo hicieron en el corto plazo como consecuencia de alteraciones de salud como síndrome agudo de radiación, diarreas, hematomas, disminución de glóbulos blancos en la sangre, etc. Los supervivientes de estos bombardeos se llaman a sí mismos Hibakusha, y muchos de ellos sufren graves afecciones de salud como leucemia y diversos tipos de tumores, anemia, y trastornos psíquicos.
Hace dos décadas que finalizó la Guerra Fría, y sin embargo los arsenales nucleares mundiales siguen siendo enormemente elevados: hay más de 20.000 cabezas nucleares, de las que unas 4.800 son consideradas operativas. Unas 2.000, en Rusia y EE.UU., están en máxima alerta y podrían utilizarse en un plazo muy breve. A los cinco países nucleares reconocidos por el Tratado de no Proliferación (TNP), EE UU, Rusia, China, Francia y el Reino Unido, se han unido otros como Israel, India, Pakistán y Corea del Norte. Además, en 2011, el desastre nuclear de la central de Fukushima (en Japón) ha sido un triste recordatorio de los peligros intrínsecos en la tecnología nuclear, tenga fines civiles o militares.
El día de Hiroshima debe servir para recordar los terribles efectos del armamento nuclear y para animar a los responsables políticos a avanzar hacia el desarme y la no proliferación. Los peligros del armamento nuclear no son cosa del pasado sino un problema muy actual que la comunidad internacional debe afrontar.
Mabel González Bustelo, responsable de la campaña de Conflictos y Medio Ambiente de Greenpeace.