Según el informe anual de Global Witness, durante el año 2016 se ha batido el desolador récord de asesinatos de activistas por el medio ambiente. El año cerró con la fatídica cifra de 200 personas muertas y con más países en los que esta situación se sucede.
El análisis de los datos sigue evidenciando que latinoamericana es la región que concentra más peligrosidad y violencia, y que, de manera preocupante, la situación se agravó en República Democrática del Congo, Colombia e India.
La persecución y la violencia contra quienes defienden el medio ambiente es una constante en aquellos países donde empresas transnacionales extractivas, hidroeléctricas o del sector agroindustrial tienen intereses, muchas veces en connivencia con los poderes políticos y financieros.
Los asesinatos son solo la cara más visible de muchas de las amenazas que sufren los defensores del planeta, tal y como han recogido en sus informes Amnistía Internacional y algunas agencias de Naciones Unidas.
Global Witness recuerda en su reciente informe que "las personas que defienden la tierra también se enfrentan a desapariciones forzadas, ataques violentos, amenazas a familiares, amenazas de muerte, acoso sexual, chantaje, vigilancia ilegal, acoso judicial, uso de la fuerza en manifestaciones pacíficas y prohibiciones de viaje".
Junto a los asesinatos, la criminalización es la estrategia más común para intimidar a los activistas y sembrar la duda sobre sus intenciones. Este hecho ocurre desde Filipinas hasta Guatemala, pasando por República Democrática del Congo o Estados Unidos.
En un mundo como este, la lucha por proteger el planeta es y será cada vez más necesaria. Entre todas deberemos seguir intensificando nuestros esfuerzos y apoyo a quienes día a día arriesgan su vida para denunciar desde el robo de sus tierras hasta la contaminación de su río, la erosión de su medio ambiente, etc.