Una nueva investigación sobre las tendencias de la moda y residuos textiles publicada por Greenpeace en la víspera del Black Friday, pone en evidencia las serias consecuencias ambientales del hiperconsumo. La ropa es casi el producto más vendido durante este día de compras anual que se promueve en muchos países y en el que se anima al gasto excesivo y las compras innecesarias gracias a las gangas y descuentos.
"Es difícil resistirse a la fascinación de una buena oferta, pero la moda rápida significa que estamos consumiendo y tirando ropa a un ritmo más alto del que nuestro planeta puede soportar", ha comentado Kirsten Brodde, responsable de la campaña Detox my Fashion de Greenpeace Alemania.
Para contrarrestar el consumismo excesivo, un creciente número de personas eligen abstenerse y por el contrario conmemorar el “Buy Nothing Day” (Día de No Comprar Nada). En este día Greenpeace quiere recordar a los consumidores cómo muchas compras impulsivas de hoy acabarán siendo basura mañana.
Algunos de los datos del informe presentado hoy por Greenpeace en Alemania muestra cómo el negocio de la moda rápida se expande a gran velocidad: La producción de ropa se ha duplicado entre 2000 y 2014, con ventas que aumentaron de 1 billón de dólares en 2002 a 1,8 billones en 2015, y con una estimación de 2,1 billones en 2025. De media una persona compra un 60% más de prendas de ropa cada año y las conserva la mitad de tiempo que hace 15 años, lo que produce inmensos volúmenes de residuos textiles.
Los impactos ambientales detallados en el informe incluyen las sustancias químicas que se vierten desde las fábricas textiles y que contaminan ríos y océanos, los elevados niveles de energía que se utilizan y los pesticidas del cultivo del algodón que contaminan la tierra agrícola. Según Greenpeace, uno de los mayores costes para el planeta de la moda rápida deriva del aumento en el uso de fibras sintéticas, en particular del poliéster, que emite cerca de tres veces más CO2 en todo su ciclo de vida que el algodón. El poliéster, que se encuentra presente en el 60% de la ropa, puede tardar décadas en degradarse. Además contamina el medio marino con microfibras plásticas que entran en la cadena alimentaria.
El reciclaje no es la solución
Como se desprende del informe, el reciclaje no es una solución. Los mercados están sobrecargados de ropa desechada [1] y los retos tecnológicos que impliquen el reciclado total de la ropa para adquirir nuevas fibras, están aún muy lejos de ser comercialmente viables. “Nuestra investigación indica que los sistemas de ropa de segunda mano están al borde del colapso”, ha asegurado Brodde. "Las marcas de ropa necesitan repensar con urgencia su modelo de negocio de ‘usar y tirar’ y producir ropa que sea duradera, reparable y apta para su reutilización. Como consumidores tenemos el poder. Antes de comprar nuestra próxima prenda de ropa barata podemos preguntarnos, ¿realmente lo necesito?", ha añadido [2].
Desde 2011 l
a campaña Detox de Greenpeace ha conseguido el respaldo de 78 empresas entre grandes marcas de ropa, minoristas y proveedores para la eliminación total de sustancias peligrosas en la producción y cadena de suministro para 2020 y muchas están haciendo grandes progresos hacia esta meta. Sin embargo, si la tendencia de cada vez más ropa y más barata continúa, cualquier ganancia de fabricar sin utilizar sustancias nocivas será superada por mayores tasas de producción y consumo en la industria en su conjunto.
Notas:
1.Cada año, solo la UE genera entre 1.5 y 2 millones de toneladas de ropa usada, una gran parte invendible debido a su mala calidad. Las exportaciones al sur a nivel global se han incrementado dramáticamente desde el año 2000, con 4,3 millones de toneladas enviadas en 2014. Cuarenta y dos países en Asia, África y Sudamérica ya han restringido o prohibido la importación de ropa de segunda mano para proteger los mercados.
2.La compra y uso de ropa es la responsable del 3% de las emisiones globales anuales de CO2 (de la producción, logística y uso como lavado, secado y planchado). Una investigación independiente muestra que duplicar la vida útil de las prendas de ropa de uno a dos años reduce las emisiones anuales de gases de efecto invernadero un 24%, ahorra grandes cantidades de agua y reduce significativamente la liberación de sustancias peligrosas.