Activistas de Greenpeace protestan de forma pacífica contra la guerra de Irak en Rota, Cádiz
La guerra de Irak fue ilegal y se lanzó basándose en mentiras.
En aquel país no había armas de destrucción masiva, el régimen de
Sadam Husein no tenía vínculos con el terrorismo global ni con Al
Qaeda, y no se ha llevado a los iraquíes la paz ni la democracia
que les prometieron. Pero éstas fueron sólo las justificaciones
para la guerra. Las verdaderas razones de la intervención militar
en este país eran la intención de apoderarse de sus reservas de
petróleo y de usar Irak como una palanca para rediseñar Oriente
Medio a la medida de los intereses estratégicos, económicos,
políticos y militares de Estados Unidos.
Ni Irak, ni la región, ni el mundo son hoy más seguros. La
resistencia a la invasión ha crecido sin cesar desde la invasión y
las tropas ocupantes e iraquíes afrontan cada vez más ataques y
bajas en combate. EE UU se gasta mensualmente en Irak 6.500
millones de euros (el doble que al principio de la ocupación) y
ahora el Gobierno de George W. Bush quiere enviar 21.500 soldados
más a la zona, lo que dejaría el total en más de 160.000. En torno
a 3.500 soldados estadounidenses han muerto (una cifra superior a
la de los muertos en los ataques del 11 de septiembre), y cerca de
24.000 han resultado heridos, muchos de ellos de gravedad.
Pero la peor parte se la han llevado los iraquíes. La revista
médica The Lancet estima en más de 600.000 el número de muertos
desde la invasión. El diseño del proceso político llevó a una
competencia por el poder entre suníes, chiíes y kurdos que ha
disparado la violencia sectaria. Unos cuatro millones de iraquíes
están desplazados en su propio país o refugiados en los países
vecinos. La inseguridad es cada día mayor y el funcionamiento de
los servicios públicos tampoco ha mejorado. Hoy, en torno al 60% de
los ciudadanos iraquíes está en paro, y según UNICEF hay 4,5
millones de niños con desnutrición.
La "guerrra global contra el terrorismo" ha sido un fracaso.
Esta estrategia militar y unilateral no ha logrado un mundo más
justo ni seguro, sino todo lo contrario. La violencia en Irak
aumenta sin cesar, y lo mismo ocurre en Afganistán, donde se usó un
enfoque predominantemente militar para luego desviar la atención
hacia Irak. Un reciente informe muestra que, desde la invasión de
Irak, los ataques del terrorismo yihadista internacional en todo el
mundo se han multiplicado más de seis.
A esto hay que añadir el debilitamiento de las instituciones
internacionales como la ONU, y del Derecho Internacional. Se violan
los derechos humanos en lugares como Guantánamo y Abu Ghraib, entre
otros muchos, y se ataca la libertad y la justicia como muestran
los vuelos secretos de la CIA en territorio de países europeos. A
la vez, los dobles raseros están llevando a una carrera nuclear que
puede poner en peligro todo el sistema de no proliferación.
Ahora, desde Washington se está poniendo a Irán en el punto de
mira. Una de las razones es el programa nuclear de este país. Nadie
ha probado de momento que quiera fabricar armas y ellos aseguran
que sólo pretenden producir electricidad. Teherán no ha hecho, de
momento, nada ilegal en el marco del Tratado de No Proliferación,
del que es miembro, y aunque ése fuera su propósito, tardaría de
cinco a diez años en obtener un arma nuclear. Sin embargo,
Washington ha logrado que el caso llegue al Consejo de Seguridad de
la ONU, y algunas fuentes aseguran que no ha descartado un ataque
militar. Esto tendría consecuencias impredecibles.
"Esta estrategia ha fracasado, y ha dejado más que demostrado
que la violencia no es solución para los problemas de Oriente Medio
ni del resto del mundo. Los manifestantes que en febrero y marzo de
2003 se opusieron en todo el mundo a esta invasión tenían razón
cuando predijeron sus catastróficos efectos. Ahora, en el cuarto
aniversario, es hora de volver a salir a la calle para reclamar la
paz y rechazar las guerras y la violencia", declaró Mabel González,
responsable de Desarme de Greenpeace.