Protesta en Calpe, Alicante
Greenpeace ha lanzado un mensaje claro a todos los participantes
de FITUR para que dejen de fomentar las prácticas destructivas que
están acabando con el litoral español e incluyan el respeto al
medio ambiente como su principal activo si quieren que la actividad
turística tenga futuro.
A pesar de que, en general, sigue incrementando el número de
turistas que visitan nuestras costas cada año, el turismo de sol y
playa lleva cuatro años acumulando resultados negativos en cuanto a
ocupación y beneficios. Los datos de este verano facilitados por el
Instituto de Estudios Turísticos muestran como Galicia, Canarias,
Comunidad Valenciana y Euskadi han recibido menos turistas que el
año anterior. Aún así, desde el ámbito turístico se siguen
proponiendo proyectos que desnaturalizan la costa, sin querer ver
que el deterioro del litoral debido a décadas de desarrollo
turístico poco o nada planificado es uno de los factores
responsables de los malos datos recogidos por el sector.
Los responsables de comunidades autónomas, ayuntamientos y
promotores privados reunidos en FITUR deben asumir con urgencia que
el futuro del litoral y de la actividad turística están
estrechamente unidos. Greenpeace viene denunciando que la relación
que mantienen en la actualidad es de parasitismo: el turismo se
aprovecha de las ventajas que le ofrece un marco incomparable como
la costa española, pero a cambio le corresponde con saturación,
contaminación y desnaturalización del litoral. Esto se traduce en
la desaparición acelerada de playas y ecosistemas costeros,
repercutiendo negativamente en el turismo.
"Hemos entrado en una dinámica de destrucción que debe
invertirse completamente. Hay que hacer un análisis serio de la
situación y plantearse la necesidad y las consecuencias que
acarrean cada nueva obra en el litoral. Si algo está claro es que
la destrucción de la costa no ayuda al turismo", ha declarado Juan
López de Uralde, Director de Greenpeace.
Greenpeace considera que el estado de la costa es muy
preocupante y demanda a la industria turística, uno de los
principales agentes implicados, un cambio en su política de
actuaciones que implique el abandono de las prácticas que han
deteriorado la costa española. También demanda a la Administración
central que acometa medidas consensuadas que reparen los daños
causados por el turismo, como la aplicación de ecotasas que
reviertan en la mejora de la costa. En otro caso será imposible
sentar las bases para un turismo sostenible con un futuro a largo
plazo.
Los principales problemas detectados por Greenpeace en el
litoral son los siguientes:
Saturación urbanística cuyo principal reflejo son los
planes urbanísticos de las localidades costeras, que obedecen al
monocultivo del cemento impuesto durante cuatro décadas por la
industria del turismo de sol y playa. La ausencia de
consideraciones relacionadas con la calidad de vida y el necesario
cuidado del patrimonio ambiental y cultural a la hora de urbanizar
la costa han conducido a situaciones cada vez más frecuentes:
litorales erosionados rodeados por barreras artificiales que
encajonan e impiden el flujo natural de sedimentos hacia las
playas. La costa mediterránea tiene el 34% de su costa urbanizada,
y cada día surgen nuevos proyectos de construcción. La costa
andaluza, donde se acumulan revisiones de los planes urbanísticos
de las localidades costeras para seguir urbanizando, es un fiel
exponente de este problema, siendo Marbella el ejemplo más claro
del afán especulador de los municipios.
Otro de los problemas a los que se enfrenta el turismo de sol y
playa es el exceso de oferta de alojamiento. Es el caso de
Baleares, donde se habla de un exceso de entre 10.000 y 50.000
camas y se reconoce que el pasado mes de julio fue el peor en
cuanto a ocupación de los últimos 20 años.
Acoso a los espacios naturales del litoral.- Greenpeace
ha detectado que la mira del turismo más especulador se dirige a
los últimos espacios vírgenes del litoral español. Las
inmediaciones de los espacios protegidos comienzan a llenarse de
grúas que proliferan en puntos como el Delta del Ebro (Tarragona) o
el Cabo de Gata (Almería).El caso del Parque Natural de Calblanque
en Murcia es uno de los casos más graves. Allí, el Gobierno de la
Región de Murcia intentó "robar" 100 hectáreas del Parque para que
una promotora privada, Portmán Golf, pudiera construir un campo de
golf. El hecho fue denunciado, entre otros, por Greenpeace.
Finalmente, la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión
Europea amonestó al Ejecutivo Regional, que decidió cambiar de
postura y retirar la propuesta.
Pero no sólo la industria turística es responsable de la
destrucción de la costa. En otros puntos de la geografía, tramos de
costa en excelente estado junto a zonas turísticas son sacrificados
para ubicar innecesarios puertos industriales. Es el caso del
Puerto Industrial de Granadilla, proyectado a escasos kilómetros
del mayor foco turístico de la isla, que supondrá la destrucción de
10 kilómetros de costa en el sureste de Tenerife. El proyecto
acumula tantos intereses que una alianza entre Coalición Canaria y
el Partido Popular ha impedido incluso que el Parlamento Canario
acepte debatir una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) presentada
por 56.000 ciudadanos canarios para proteger este tramo de costa
tinerfeña donde se encuentran unas de las mejores playas naturales
y praderas submarinas de la Isla.
Contaminación.- Acabar con los vertidos en el litoral debe ser
una prioridad para los responsables turísticos en la totalidad de
regiones costeras. Un análisis realizado por Greenpeace el año
pasado ponía de manifiesto que más del 50% de las localidades
costeras vierten directamente al mar las aguas residuales tanto
urbanas como industriales sin ningún tipo de depuración. A pesar de
estar obligados por la directiva europea de depuración, grandes
ciudades como Valencia, San Sebastián o Algeciras todavía no
depuran sus aguas residuales. En conjunto, uno de los peores
ejemplos es el archipiélago Canario, donde prácticamente todas sus
islas presentan graves problemas de vertidos al litoral a pesar de
que, paradójicamente, sus playas y costas constituyen su mayor
reclamo turístico.
Un simple vistazo al estado de las costas en cada Comunidad
Autónoma pone de manifiesto que la situación no es buena, lo que
sin duda tiene su reflejo en las preferencias de los turistas.
Greenpeace ha detectado una importante diferencia de actitud entre
los diferentes gobiernos regionales. En los casos de Asturias,
Cataluña o Euskadi, sus administraciones comienzan a ser
conscientes del daño causado e intentan mejorar la salud del
litoral mediante la redacción de planes de protección costera o
luchando contra la contaminación. Sin embargo, otros como Baleares,
Canarias, la Comunidad Valenciana, Galicia y Murcia siguen
explotando cada metro de su costa sin preocuparse por las
consecuencias a largo plazo que esto traerá para el medio ambiente
y para el turismo. En un punto intermedio encontramos a Cantabria y
Andalucía, que realizan tímidos esfuerzos, aunque claramente
insuficientes.
El Ministerio de Medio Ambiente también juega un importante
papel en la situación del litoral. Greenpeace reclama al ministerio
que ponga en marcha medidas fundamentales para garantizar la
protección real de la costa tales como la aplicación rigurosa de la
Ley de Costas; la finalización del deslinde (la franja costera que
conforma el Dominio Público Marítimo-Terrestre); la recuperación de
terrenos pertenecientes al Dominio Público Marítimo-Terrestre y la
elaboración de un Plan Nacional de Costas en consenso con las
administraciones y todos los agentes sociales implicados. Sin duda
estas actuaciones tendrán su reflejo en la industria turística.
"Estamos vendiendo un litoral de mentira: lo promocionamos con
imágenes paradisiacas pero lo contaminamos con vertidos, destruimos
su equilibrio natural, impedimos que la arena llegue a las
playas... Ha llegado la hora de afrontar la realidad antes de que
se derrumbe este castillo de naipes y no nos quede costa que
disfrutar", ha declarado María José Caballero, responsable de la
Campaña de Costas de Greenpeace.
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