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Greenpeace colabora con UNICEF en el reparto de ayuda en Meulaboh

Comunicado de prensa - enero 26, 2005
El buque insignia de Greenpeace, el Rainow Warrior, ha ampliado en los últimos días su colaboración en Sumatra a otras dos organizaciones: Acción Contra el Hambre, a quien ha ayudado a descargar más de 80 toneladas de comida y UNICEF para el reparto de material médico. La misión partió hace más de 20 días de Singapur y aunque en principio sólo estaba prevista la colaboración con Médicos Sin Fronteras, el Rainbow Warrior ha empezado a prestar soporte logístico a otras organizaciones.

Ayuda humanitaria y médica organizada por Médicos Sin Fronteras se descarga del buque insignia de Greenpeace, el Rainbow Warri

De esta forma se pretende aprovechar los momentos en que MSF se reabastece de material y por tanto deja al Rainbow sin una misión específica, para dar cobertura logística a Acción Contra el Hambre y UNICEF, dos de las organizaciones que siguen trabajando en un área acuciada por urgentísimas necesidades. LA tarea del Rainbow Warrior en estos casos es esencialmente la misma que con MSF: cargar en sus bodegas la comida, alimentos e infraestructuras médicas y sanitarias de todo tipo para llevarlas después a zonas donde sólo se puede acceder por mar a través del correspondiente puerto. Para esta operación se necesita asimismo de la colaboración de los pescadores locales a través de cuyas embarcaciones se hace el reparto final.

Rob, de la tripulación del Rainbow Warrior, explica que "en ocasiones la contratación de estos pescadores no es nada fácil. Sin embargo, esta ya es nuestra cuarta visita a Meulaboh y ya nos conocen de sobra, así que las negociaciones están yendo bastante bien y creo que tenemos asegurados un par de barcos y algunos hombres que nos ayudarán en la descarga." Meulaboh, en el extremo noreste de Sumatra (Indomesia) fue uno de los puntos más castigados por las olas gigantes que el pasado 26 de diciembre asolaron las costas del sureste asiático. Las autoridades estiman que al menos 220.000 personas han muerto de las que un tercio serían niños.

Desde la primera vez que el Rainbow iniciara sus labores de reparto Rob ha visto "un cambio en la actitud de los indonesios, ya que ahora compiten entre ellos para que les contratemos en las operaciones. Antes era difícil encontrarles y ahora no hay ningún de tipo de problema. Es más, todos intentan sacar algún beneficio. Yo si fuera ellos me haría exactamente igual".

Al mismo tiempo está algo preocupado porque "la situación en los muelles es algo caótica. Las cajas con las provisiones se están amontonando en montañas de dos metros de alto por 25 de largo y la cadena humana que debe trasladarlas no puede ir tan rápido como la descarga desde los barcos. Sólo espero que todas esas cajas estén llegando a la gente que lo necesita".

La descarga del material de UNICEF, se hace no sin dificultades: cada una de las cajas pesa unos 50 kilos. Para colmo hace bastante calor ya que cuando aún no ha llegado el mediodía las temperaturas alcanzan los 35 grados. Así las cosas la tripulación está cansada pero conseguimos descargar todo el contenido pasadas las 12 y ponemos rumbo de nuevo a Krueng Raya, nuestra base.

Mientras esto sucede en los muelles Christian decide visitar Meulaboh. Él es el encargado de tomar fotografías y grabar en vídeo las imágenes de la devastación. Le acompaña Bernard pues él sólo no puede con todo el material. La impresión que ambos se llevan es terrible: "la destrucción-afirma Bernard- es indiscriminada. Para mí esta jornada ha sido la más surrealista que recuerdo en toda mi vida. El tsunami no hizo distinciones entre ricos y pobres. Aniquiló las casas de todos y los mató a todos. El olor de los cadáveres ha inundado todo durante las últimas cuatro semanas, sigue metiéndose hasta lo más profundo de tu garganta y te revuelve el estómago haciendo que estés a punto de devolver. Podría intentar contaros cuál es el aspecto de los cuerpos que aún siguen sin enterrar, aún atrapados entre los escombros después de un mes, pero mi limitado vocabulario lo hace de ello una tarea imposible.

"Todo esto lo podíamos aguantar -relata Bernard- pero cuando nos cruzábamos con los zapatitos de un niño, una pequeña gorra de béisbol un peluche, se nos hacía prácticamente demasiado duro".

Sin embargo, Bernard acaba con una anécdota para la esperanza: "Quiero compartir con vosotros algo en lo que he estado pensando. Me puedo imaginar en lugares como Hiroshima, Nagasaki o Dresde, en su día estuvieron como hoy está Meulaboh. Sólo que todos ellos fueron asolados por la guerra y aquí, en Meulaboh, todos los supervivientes, jóvenes y mayores, cada una de las caras con las que me he cruzado tenían una sonrisa y un "Hola, "cómo estás", para mí y para Christian".

"De todas las imágenes que he visto, esa es la que me llevaré de aquí cuando me vaya".

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