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En el aniversario de la invasión de Irak, Greenpeace pide una solución diplomática a la crisis Iraní

La inestabilidad de Oriente Medio debe abordarse de forma multilateral y negociada

Comunicado de prensa - marzo 17, 2006
Desde que hace tres años los Gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido lanzaron unilateralmente la invasión de Irak, la inestabilidad en Oriente Medio se ha incrementado y ha quedado demostrado una vez más que la violencia no es solución para los problemas de la región. Aún así, la comunidad internacional no descarta ahora resolver la crisis del programa nuclear iraní mediante la fuerza.

Bush, otorga amplios poderes a las compañías petroleras estadounidenses que trabajan en Irak.

Acción ante la sede del PP en protesta contra la guerra.

Manifestación en Tokio, contra la guerra en Irak

Activistas de Greenpeace despliegan una pancarta con el simbolo de la paz

El Rainbow Warrior testigo de los preparativos de la guerra

Manifestación del uno de mayo en Madrid

Acción en protesta contra la guerra.

Greenpeace rechaza cualquier posible solución militar y exige una respuesta multilateral, diplomática y pacífica, en el marco de una estrategia general para la paz. También reclama que se inicien cuanto antes negociaciones para hacer de Oriente Medio una zona libre de armas nucleares y energía nuclear.

Greenpeace se opone a la guerra, a las armas nucleares y a la energía nuclear en Irán y en todo el mundo. El programa de Irán y la situación de Oriente Medio deben abordarse por vías multilaterales y negociadas dirigidas a la paz y la estabilidad. Un punto clave sería crear una zona libre de armas y energía nuclear. Pero a su vez, EE UU y las demás potencias nucleares deben dar pasos concretos para destruir sus arsenales.

La guerra de Irak fue ilegal y sus justificaciones se han demostrado mentira. Ni el régimen de Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva, ni conexiones con Al Qaeda o los atentados del 11-S. El objetivo de liberar a los iraquíes de un régimen dictatorial y usar Irak como modelo para Oriente Medio ha chocado con la resistencia a la ocupación, que crece cada día. La invasión ha tenido un efecto brutal sobre la población iraquí y ha provocado un aumento de la inestabilidad, del terrorismo (según reconocen los propios servicios de inteligencia estadounidenses) y el debilitamiento del sistema multilateral.

La doctrina de las "guerras preventivas", los dobles raseros aplicados a distintos países (por ejemplo, la transferencia de tecnología nuclear a la India o la tolerancia ante el programa israelí), el militarismo de Estados Unidos y otros Gobiernos, y el desarrollo de nuevas armas nucleares en Estados Unidos y Reino Unido, están agudizando la inseguridad internacional y minan los esfuerzos hacia el desarme y la no proliferación. 

Con la invasión de Irak, EE UU lanzó a los países del "eje del mal" (Irak, Irán y Corea del Norte) el mensaje de que tener armas de destrucción masiva proporciona mayor seguridad frente a un ataque internacional. Washington invadió Irak porque no las tenía, mientras negociaba con Corea, que tiene armas nucleares. Ahora es Irán quien reclama su derecho a tener un programa nuclear. Nadie ha probado de momento que quiera fabricar armas y el Gobierno de Teherán asegura que su programa sólo pretende producir electricidad. Tampoco, de momento, ha hecho nada ilegal en el marco del Tratado de No Proliferación, del que es miembro, y aunque ése fuera su propósito, tardaría de cinco a diez años en obtener un arma nuclear. Sin embargo, Washington le acusa de ser una de las principales amenazas a la paz mundial y ha logrado que el caso llegue al Consejo de Seguridad de la ONU, que tiene en su mano imponer sanciones o tomar medidas más drásticas.

Greenpeace considera necesario que Teherán abandone su programa y haga un esfuerzo para convencer al mundo de sus intenciones pacíficas. Al mismo tiempo, las potencias nucleares deben comprometerse con el desarme. Es preciso un esfuerzo de todas las partes para frenar la escalada retórica y abordar de forma global la inestabilidad en Oriente Medio. Las lecciones de Irak deben estar muy presentes. 

LA INVASIÓN DE IRAK EN CIFRAS

Víctimas. Las estimaciones más conservadoras señalan que han muerto 40.000 civiles iraquíes bajo la ocupación. Otras fuentes, como la revista médica The Lancet, elevó la cifra hasta 100.000 en octubre de 2004. Además han muerto más de 2.500 soldados de la coalición (2.300 de ellos, estadounidenses) y más de 16.000 han resultado heridos.

La reconstrucción. No se han reestablecido los servicios sociales básicos, las violaciones de los derechos humanos han aumentado y los indicadores socioeconómicos continúan retrocediendo.

Al borde de la guerra civil. El proceso político diseñado por los ocupantes, en el que las comunidades chií, suní y kurda compiten por el poder, ha inflamado la violencia sectaria y situado al país al borde de una guerra civil.

Resistencia en aumento. En noviembre de 2003 el número de integrantes de la resistencia se calculaba en 5.000; hoy se estima en unos 20.000.

Bombardeos y ataques aéreos. El temor a la insurgencia ha llevado a los ocupantes a replegarse en sus acantonamientos y aumentar el número de bombardeos y ataques aéreos sobre ciudades, con un incremento de las víctimas civiles. El rechazo de los estadounidenses a la presencia de sus tropas y la posible retirada de una parte de ellas hará más frecuente este tipo de estrategia.

Retroceso del Derecho. EE UU ha utilizado armas prohibidas, como el fósforo blanco para bombardear Faluya en noviembre de 2004, y tácticas como las detenciones masivas e indiscriminadas y la tortura (no sólo en Guantánamo o Abu Ghraib, sino en centros de detención secretos en Irak, Afganistán y otros lugares).

Costes astronómicos. El coste de las operaciones militares ha superado hasta el momento los 300.000 millones de dólares (unos 5.900 millones de dólares al mes durante el año 2005) y se calcula que su importe total superará el billón de dólares. Esta cifra equivale al Producto Interior Bruto (PIB) anual de países como Canadá o España.

En 1975 las potencias nucleares del mundo acordaron deshacerse de sus arsenales y evitar que nuevos países se hicieran con armas nucleares. Casi 30 años después las promesas no se han cumplido y la amenaza sigue siendo real: varias potencias tratan de desarrollar nuevos tipos de armas y cada vez más países cuentan con armas nucleares o con la capacidad técnica de fabricarlas. Greenpeace trabaja para lograr la eliminación de las armas nucleares y en general de las armas de destrucción masiva. Hasta que se consiga, trata de evitar nuevas pruebas nucleares y la proliferación de armamento. Para ello denuncia los incumplimientos de los compromisos internacionales, hace visible la ubicación de las armas nucleares en el mundo y moviliza a la sociedad contra la amenaza que supone este armamento.