Greenpeace realiza una proyección nocturna en Zorita para exigir el cierre inmediato y definitivo de la central nuclear
Acción sorpresa en la central nuclear de Ascó (Tarragona)
El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) ha reconocido ahora
públicamente a través de su portavoz, Francisco Morales, de que
tuvo noticia inmediata, a través de su inspector residente, del
suceso de contaminación radiactiva de más de un centenar de
trabajadores de la central nuclear Ascó-1 el pasado mes de
septiembre de 2004. En este incidente, del que el CSN no informó en
su momento, se produjeron graves fallos de Protección Radiológica
por parte del titular de la central que el CSN sigue silenciando.
Todo ello es una muestra más de la falta de transparencia de este
Organismo, de su connivencia con la industria nuclear y de su
desprecio por la salud de los trabajadores.
En este contexto, resulta lamentable que la Presidenta del CSN,
Mª Teresa Estevan Bolea, no informara de lo ocurrido en el Congreso
de los Diputados durante su comparecencia del pasado 1 de diciembre
de 2004 ante la Comisión de Industria, Comercio y Turismo. Durante
su intervención, Estevan Bolea, de forma voluntaria, ofreció a los
Diputados información sobre los sucesos más significativos
ocurridos en las centrales nucleares durante 2004, obviando hacerlo
sobre la irradiación interna de 114 trabajadores de Ascó-1 ocurrido
pocas semanas antes.
Ante la pasividad del CSN en este caso de contaminación por yodo
radiactivo, los trabajadores de la central no han tenido otro
remedio que ponerse en contacto con Greenpeace para denunciar las
graves deficiencias en las medidas de protección radiológica que
dieron lugar a lo ocurrido. Según estos trabajadores, el suceso no
es un hecho aislado.
La contaminación se produjo cuando los trabajadores realizaban
el mantenimiento de equipos dentro del edificio en el que se aloja
el reactor de la central, sin que nadie les hubiera informado de
que existía una fuerte contaminación ambiental por iodos y gases
nobles radiactivos generados en el combustible que se había roto
durante la operación. Los principales equipos para medirla no
estaban operativos, a pesar de lo cual se siguió trabajando
utilizando unos equipos portátiles que eran ineficaces, con lo que
medían dosis del orden de un décimo del valor real de
contaminación.
A pesar de que era conocido por la central que en el ciclo de
operación se habían producido fallos de combustible y que, por
ello, era de esperar una contaminación ambiental muy superior a la
habitual, no se realizaron medidas radioquímicas precisas del
ambiente en el que se desarrollaba la actividad.
El CSN demuestra la misma indiferencia que la central cuando su
portavoz mantiene ante los medios de comunicación que valores de
contaminación interna por debajo de 1 mSv son despreciables y que
no merecen ni medidas correctoras ni estudios adicionales. Esta
afirmación no es coherente con el hecho de que el CSN haya forzado
a la central nuclear de Cofrentes a notificar una fuga de agua
radiactiva, causada por la rotura de una manguera el 21 de
septiembre, que tardó en repararse casi dos horas y en la que
estaban comprometidas dosis por debajo de 0.06 mSv. Se desconoce si
hubo trabajadores afectados, pero este hecho incide en la falta de
seguridad de las centrales.
"Son una prueba más de la falta de cultura de seguridad en las
centrales nucleares españolas, en las que prima siempre la
producción ante la seguridad y la escasa preocupación del CSN por
la salud de los trabajadores", declaró Carlos Bravo, portavoz de
Greenpeace en temas nucleares.
Cuando cada vez es más abundante la información científica que
alerta de que cualquier contaminación interna, incluso bajas dosis,
representa un peligro para la salud, el CSN se limita a decir que
cuando son inferiores a 1 mSv no pasa nada.
Sin embargo, el pasado 29 de junio un equipo formado por más de
cincuenta especialistas de diversos países publicaba un artículo en
la revista British Medical Journal (1) en el que se revelan los
resultados de un estudio epidemiológico realizado sobre más de
cuatrocientos mil trabajadores, sometidos a las dosis de radiación
externa, sin contabilizar sucesos extraordinarios, de centrales en
15 países. Las conclusiones: al menos un 2% de cánceres son
atribuibles a la radiación recibida.
Greenpeace se pregunta cuáles serían los resultados si el
estudio se hubiese basado en dosis por contaminación interna en vez
de radiación externa. Cuando se trata de radiación externa, la ropa
y la piel palian en parte los efectos y además, la parte más
castigada resulta ser la periferia de los órganos, mientras que
cuando se trata de contaminación interna ésta puede permanecer
largos períodos de tiempo dentro del cuerpo y afectar a órganos,
como es el caso del tiroides cuando se trata de contaminación por
yodo radiactivo, el tipo de contaminación habida en el suceso de
Ascó.
"La urgencia por acortar las paradas de recarga para minimizar
los períodos improductivos y maximizar los beneficios económicos,
hace que se trabaje en condiciones peligrosas, sin tener operables
los medios necesarios y con riesgo de contaminación de los
trabajadores", añadió Bravo.
La contaminación interna en los trabajadores de Ascó se
descubrió horas después de que estuvieran expuestos a la radiación,
cuando uno de ellos hizo que saltara la alarma del pórtico de
salida de la zona controlada, diseñado para detectar contaminación
externa. Al comprobarse que no existía contaminación externa, se
concluyó que la alarma era debida a contaminación por inhalación de
gases radiactivos. Y es que más trabajadores que venían de esa zona
hicieron saltar también las alarmas. En ese momento la central no
tomó medidas inmediatas. Al menos transcurrieron tres horas desde
que se detectó por primera vez la contaminación interna hasta que
la central por fin dio la orden de que todos los trabajadores en el
área afectada se pusieran inmediatamente máscaras con filtros de
carbón activo. En ese valioso tiempo los trabajadores, que seguían
dentro de contención ignorantes del riesgo que corrían, siguieron
recibiendo dosis innecesarias de contaminación interna.
La investigación del suceso ha demostrado que más de un centenar
de trabajadores sufrió contaminación interna y que dos de ellos
recibieron dosis significativas. Sin embargo, los trabajadores
temporales de contrata acusan a la central de haber recibido un
trato discriminatorio, puesto que esencialmente sólo el personal
fijo de la plantilla de la central fue sometido a una medición
precisa de los niveles de radiación interna. Además, algunas de las
medidas se hicieron bastante tiempo después de haber sufrido la
contaminación, extrapolando los resultados al momento del
incidente, lo que hace que éstos sean poco creíbles y fáciles de
manipular. No puede descartarse que las dosis reales recibidas por
algunos trabajadores pudieran ser superiores a las reportadas.
Los trabajadores van más allá, pues denuncian que estos hechos
son habituales. Se ha descubierto, por ejemplo, que el
procedimiento de calibración de los detectores portátiles era
incorrecto, con lo que es posible que en el pasado muchos
trabajadores hayan estado sometidos a contaminación interna sin que
nadie lo supieran. Se quejan también de que el CSN ignora la
realidad de las condiciones en las que desarrollan sus actividades
en recargas y de que no se preocupa por perseguir estos incidentes,
a los que considera menores y poco importantes.
Greenpeace reitera su consideración de que las nucleares son
instalaciones anticuadas, peligrosas y que emiten radiaciones que
producen efectos nocivos para las personas y el medio ambiente. Por
ello el Gobierno debe cerrarlas cuanto antes, tal como se
comprometió el presidente Zapatero.