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26 de abril 18º aniversario del accidente de Chernóbil

Greenpeace pide al gobierno el cierre inmediato y definitivo de la central nuclear de Garoña por su falta de seguridad

Comunicado de prensa - abril 26, 2004
En el 18º aniversario del accidente de Chernóbil, Greenpeace ha pedido al Gobierno socialista que ordene el cierre inmediato y definitivo de la central nuclear de Garoña, ante los graves problemas de seguridad de esta instalación atómica, la más peligrosa, de las instaladas en el Estado español (junto con la de Zorita, que ya tiene fecha de cierre definitivo para el 2006).

Imagen aérea de la central nuclear de Chernóbil

"Pedimos al Sr. Rodríguez Zapatero que reflexione sobre las consecuencias que, un día como hoy hace 18 años, produjo la catástrofe de Chernóbil y que inicie sin demora, con el cierre inmediato de Garoña, el plan de abandono de la energía nuclear al que se comprometió en la campaña electoral" ha declarado Carlos Bravo, responsable de la campaña de energía nuclear de Greenpeace

La central nuclear de Garoña sufre un grave problema de agrietamiento por corrosión, que afecta a componentes internos de la vasija del reactor (la cual alberga el combustible de uranio, y es, por decirlo así, el verdadero corazón de la central nuclear), motivo por el cual la seguridad de esta instalación se encuentra seriamente comprometida. De hecho, un informe del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), del 21 de mayo de 2003, realizado a petición de Greenpeace, pone de manifiesto que el estado de la vasija de Garoña ha empeorado de forma significativa, agravándose la pésima situación en que ya se encontraba.

Este problema ha provocado la aparición de grietas en 66 de los 97 tubos que atraviesan la vasija, unos tubos a través de los cuales deben pasar al interior de la vasija, con precisión milimétrica, las denominadas barras de control, cuya función es parar las reacciones nucleares que tienen lugar en el reactor. Por lo tanto, la integridad estructural de esos tubos es fundamental para la seguridad nuclear.

Este problema de agrietamiento, además de favorecer la pérdida de agua de refrigeración del reactor al exterior de la vasija, provoca la pérdida de integridad estructural de esos tubos, lo que puede de hecho impedir que se inserten correctamente las barras de control.

El 26 de abril de 1986 tuvo lugar una catástrofe sin precedente en la historia de la industrialización: el reactor nº 4 de la central nuclear de Chernóbil, en Ucrania, sufría un grave accidente con fusión del núcleo que provocó la liberación de toneladas de material altamente radiactivo a la atmósfera.

La cantidad de radiactividad liberada al medio ambiente fue unas 200 veces mayor que la desprendida conjuntamente por las bombas atómicas lanzadas en 1945 por Estados Unidos en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.

Los elementos radiactivos expulsados a la atmósfera (entre otros: iodo 131, cesio 137 y 134, estroncio 90 y plutonio 239) crearon masas de aire contaminado: *la nube radiactiva*. Esta, arrastrada por el viento, no sólo afectó a la zona próxima a la central sino que viajó miles de kilómetros contaminando grandes áreas de Bielorrusia, Ucrania, Rusia, amplias zonas de Asia y la mayor parte de Europa. La nube radiactiva

alcanzó incluso a España, especialmente Cataluña y Baleares.

Las consecuencias ecológicas, sanitarias y económicas de una catástrofe como la de Chernóbil son muy elevadas e incalculables.

El accidente de Chernóbil demostró que la energía nuclear es intrínsecamente peligrosa: el riesgo de un fallo técnico o un error humano o de ambos no puede descartarse en ningún momento. Esta catástrofe evidenció también que la energía nuclear es una amenaza que no conoce fronteras, ya que la radiactividad liberada a causa del accidente contaminó lugares situados a miles de kilómetros de la central siniestrada.

Las autoridades ucranias reconocen la existencia de amplias zonas fuera del área de exclusión de 30 kms. de radio declarada alrededor de la central, mucho más contaminadas radiactivamente que otras del interior de la misma. Este hecho incuestionable deja en evidencia la inutilidad de los planes de emergencia nuclear y las zonas de exclusión contempladas en éstos.

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