Activistas de Greenpeace han accedido a las instalaciones de la empresa armamentística Expal para denunciar que esta empresa fabrica bombas de racimo y reclamar su prohibición total.
Los activistas protestaron en la sede de EXPAL, una de las
empresas que producía bombas de racimo en España. Esta protesta
formaba parte de la campaña que Greenpeace desarrolló contra las
bombas de racimo. La organización ecologista documentó las
actividades de las empresas que producían estas bombas en España, y
lo hizo público a través de protestas como la que ahora lleva a
estos activistas a juicio.
Tras esta campaña se consiguió la prohibición total en nuestro
país de este tipo de armamento. España fue uno de los primeros
países en ratificar el Tratado de Prohibición de las bombas de
racimo, el pasado18 de marzo, en el pleno del Congreso de los
Diputados y se ha convertido en uno de los primeros en incorporar
la norma a su ordenamiento legal.
"Deberían sentarse en el banquillo los que se han enriquecido
produciendo y comercializando estas armas repugnantes, y no
nuestros activistas.
Precisamente gracias a su compromiso hemos conseguido que se
prohíban
definitivamente en España, y que un Convenio Internacional las
prohíba en
todo el mundo. En vez de llevarles a juicio, deberían darles las
gracias a
los activistas", ha declarado Juan López de Uralde, director
ejecutivo de Greenpeace.
Una bomba de racimo está formada por una bomba "contenedor" que
puede ser lanzada desde tierra, mar o aire y que, al abrirse
durante la trayectoria, expulsa cientos de submuniciones que se
dispersan por amplias superficies.
En teoría, estallan cuando alcanzan el suelo, pero esto no
siempre es así.
Actúan de forma indiscriminada, no distinguen entre blancos
civiles y
militares y, por sus altas tasas de error, siguen causando
muertos y heridos
mucho tiempo después de que acabe un conflicto. Afectan sobre
todo a la
población civil, que son el 98% de sus víctimas. En especial los
niños, que
son atraídos por sus colores y formas llamativas.
Estas armas no matan sólo durante los conflictos sino mucho
tiempo después, ya que entre el 5% y el 30% de las municiones no
estallan y quedan dispersas sobre el territorio. Después actúan
como si fueran minas antipersonales. Son incluso más peligrosas que
éstas, ya que están diseñadas para matar y no sólo para herir o
mutilar. Un ejemplo claro es Laos, donde la gente sigue muriendo
hoy en día como consecuencia de las bombas de racimo, y hace más de
30 años que se terminó la guerra.