Página - noviembre 4, 2010
Una vez que se han implantado todas las medidas para reducir la demanda de transporte, así como las dirigidas a trasladar esa demanda a los medios más eficientes, como el ferrocarril o el transporte colectivo, la electrificación de la mayoría de los modos de transporte es otro paso hacia la eficiencia de estos vehículos.
Hay que garantizar que la demanda de electricidad adicional debida a la movilidad eléctrica y a los vehículos de hidrógeno se cubra con nueva generación de energías renovables, ya que no se ahorraría
CO2 si esa electricidad adicional se generara exclusivamente en centrales térmicas de carbón.Con las tecnologías conocidas, la electrificación del sistema de transporte es la única opción que se aleja de los motores de combustión ineficientes y que permite eliminar gradualmente los combustibles fósiles.
El apoyo a las energías renovables para el transporte debería enfocarse a la promoción de la electricidad renovable para los vehículos que se pueden electrificar, mientras que el desarrollo de otras fuentes renovables, incluyendo aquí los biocombustibles (cuya contribución es muy limitada debido a la escasez de recursos producidos de forma sostenible), debería dejarse para los medios más difíciles de electrificar.
La mejor manera de electrificar el parque de vehículos europeo es establecer límites obligatorios mucho más ambiciosos a las emisiones de todo el parque.
De este modo se evitarían trampas legales como los “supercréditos” contemplados en la normativa europea actual: la legislación comunitaria existente sobre emisiones de CO2 de los coches permite a los fabricantes utilizar las ventas de vehículos eléctricos para compensar el hecho de que sigan produciendo automóviles muy contaminantes. Los llamados “supercréditos” para los vehículos eléctricos permiten a la industria automovilística vender 3,5 coches de emisiones elevadas por cada coche eléctrico que vendan, sin que esto afecte al cumplimiento de su objetivo legal de reducción de las emisiones medias de CO2 de su flota.
Greenpeace ha demostrado que a causa de estos “supercréditos”, en realidad, incrementar las ventas de coches eléctricos hasta el 10% de las ventas totales podría conducir a un aumento del 20% tanto del consumo de petróleo como de las emisiones de CO2 del total de la flota de vehículos europeos (convencionales y eléctricos).