Magazine / diciembre 2016

Adiós a las nucleares

© Greenpeace/ Mario Gomez

Las centrales nucleares se diseñaron para funcionar durante un periodo concreto. Los materiales con los que están construidas están sometidos a un gran desgaste y, aunque hay componentes que se renuevan, los principales, como el reactor (el corazón de la instalación), no se cambian jamás. Cuando deja de operar, se cierra la central. Y ese momento está llegando para las centrales españolas.

Frente a este hecho, las grandes eléctricas propietarias del parque nuclear aseguran que la conocida como “vida útil” de las centrales no es algo definido y que los reactores pueden funcionar mucho más tiempo del previsto inicialmente, aunque faltan evidencias de que realmente sea posible prolongar en el tiempo de funcionamiento de las centrales de manera segura. Sin embargo, lo que sí parece evidente es que algún día esas plantas tendrán que cerrar y que en ese momento será necesario plantearse qué hacer con los trabajadores y trabajadoras del sector y cómo obtener la energía que ahora se obtiene a través de las nucleares.

Este planteamiento aún no ha sido abordado por parte del sector nuclear, al menos de manera pública, aunque deberá llevarse a cabo en breve. Bajo la premisa de que las centrales entran ya en la última etapa de su vida, Greenpeace encargó un estudio al instituto Abay para abordar esta cuestión: qué pasaría con los empleos y la energía en el sector y salieron a la luz una serie de resultados cuando menos curiosos: el primero de ellos es que lejos de perderse empleo, el cierre nuclear progresivo y controlado generaría puestos de trabajo.

“Contrariamente a lo que podría pensarse, el cierre de las centrales españolas será es un proceso lento y meticuloso, que emplearía a 100.000 personas en los próximos años hasta que la última planta esté completamente cerrada”, comenta Raquel Montón, responsable de Greenpeace y que ha coordinado el informe.  Pero además, según el estudio, se generarían otros 200.000 empleos en la sustitución de los megavatios nucleares por otros renovables. “Sin duda, esto es una de las principales conclusiones a las que hemos llegado: además de dejar de tener energía peligrosa y generar más residuos, sustituiríamos la energía nuclear por otras fuentes limpias que ofrecerían más puestos de trabajo, y todo contribuiría a un aumento del PIB en 20.000 millones de euros, por no hablar de las posibilidades de “democratización de la energía” ya que buena parte de la electricidad renovable podría ser gestionada directamente por personas particulares”, insiste Montón.

Almaraz, la siguiente en cerrar

Tras la paralización de la central de Garoña, el turno por antigüedad le corresponde a la de Almaraz, en la provincia de Cáceres. En el año 2020 esta planta debería cerrar, ya que acaba su vida útil prevista (40 años para uno de sus dos reactores y 36 para otro). Por el momento las empresas propietarias (con Ibedrola a la cabeza) no se han pronunciado al respecto de manera específica, aunque diversas fuentes del sector apuntan a que dentro de los objetivos está la prolongación del periodo de operación durante varios años más.
La decisión última de prolongar la vida útil de las nucleares o no depende del Ministerio de Industria, que antes debe escuchar el dictamen del Consejo de Seguridad Nuclear. “En Greenpeace pensamos que lo prioritario es comenzar a preparar el desmantelamiento y no se nos ocurrió mejor manera de recordar esto a Industria que señalando con una flecha gigante que Almaraz es la siguiente en cerrar”, apunta Raquel Montón.

La flecha de Greenpeace tenía 500 m2 de superficie y más de 200 metros de largo, lo suficientemente grande como para verse a gran altura, algo que comprobó el helicóptero de la Guardia Civil que se mantuvo en la zona hasta bien terminada la protesta de los ecologistas, que parecen haber emprendido una carrera en la que no huyen de zombis, sino que preparan el adiós a las nucleares con la esperanza de que sea definitivo.

La energía nuclear, una muerta viviente

Gargoles de Abajo con la central de Zorita al fondo.

La imagen de la energía nuclear como un sector en declive y necesitado de un plan de cierre, hace que, con frecuencia, se la vea por parte de ecologistas y defensores de las renovables como una energía zombi; como un muerto viviente.

En Greenpeace aseguran que solo se mantiene a flote gracias a una normativa a medida por parte del Gobierno y de un trabajo de lobby muy activo por parte de los propietarios.

“Es por esta razón por la que decidimos organizar una serie de carreras populares de temática zombi en el entorno de las centrales nucleares españolas: para reforzar la idea de que la energía nuclear es algo del pasado y peligroso”, comenta Juande Fernández, coordinador de Movilización de Greenpeace y promotor de una iniciativa que movilizó a un millar de personas en las cinco carreras organizadas por los ecologistas en municipios de las cinco provincias con plantas nucleares: L’Ametlla de Mar (Tarragona), Gárgoles de Abajo (Guadalajara), Miranda de Ebro (Burgos), Trujillo (Cáceres) y Valencia.

Conrado García del Vado es responsable de Comunicación en Greenpeace España

Conrado García del Vado es responsable de Comunicación en Greenpeace España

@congdv