Hoy ha sido Zaragoza y ayer fue Murcia. En ambas ciudades los plenos municipales han aprobado por unanimidad reducir a la mitad las emisiones generadas por la movilidad urbana para 2030 respecto a los niveles 2012. Es decir, han aprobado formalmente el objetivo con el que se habían comprometido con Greenpeace. Que el compromiso haya contado además con la aprobación, en ambos casos, de todas las formaciones políticas le imprime plena legitimidad para su pervivencia futura, al margen de los cambios que puedan darse en la composición política de los Ayuntamientos en futuras elecciones municipales.



De esta forma ya son 10 las ciudades que han suscrito oficialmente este objetivo. Las ocho restantes son Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, A Coruña, Oviedo, León y Santiago de Compostela. De las que ya se han comprometido faltan todavía por hacerlo de manera oficial Sevilla y Málaga. Y se está en conversaciones con Palma de Mallorca, Cádiz y Getafe por el momento, porque la idea es que el resto de municipios españoles sigan sumándose.

Con el compromiso de estas ciudades, y la previsible aprobación tanto de Málaga como de Sevilla, conseguimos establecer una referencia clara para las políticas de movilidad y urbanismo que rige en una gran parte de las principales ciudades del país, aunque todavía es de esperar que se sumen las restantes.

Este compromiso, fruto de la campaña que hemos llevado a cabo y la dedicación de los voluntarios de la organización, muestra cómo las ciudades pueden por sí mismas llevar la iniciativa para evitar el calentamiento global, al margen de lo que suceda en el ámbito estatal o la esfera internacional. Sino que además tendrá efectos muy positivos para los habitantes de estas ciudades como consecuencia de la necesaria reducción en el número de coches que actualmente circulan por estas ciudades, una de las condiciones necesarias para cumplir con el objetivo.

Así, las medidas encaminadas para lograrlo: ensanchamiento de aceras, reducción de velocidad, más espacios para bicicletas y mejor transporte público, entre otras, harán que los niveles de contaminación actuales bajen,que el ruido se reduzca y que disminuya la siniestralidad en la ciudad. Todos estos efectos, junto con el espacio público que se liberará para otros posibles usos sociales, harán de nuestras ciudades lugares mucho más habitables y saludables que en la actualidad.