Alexander Holmes, marinero del Rainbow WarriorHoy es miércoles, día 27 de mayo, y me despertaron a las cinco de la madrugada: La contramaestre, que es inglesa como yo, abre la puerta del camarote y me da los buenos días..."Good Morning". Pero ella ya me conoce y sabe que soy capaz de contestarle correctamente sin despertarme así que el "buenos días" siempre lo acompaña de un "¡¿ALEX ESTAS DESPIERTO?!" Eso siempre ayuda a levantarse deprisa, nadie quiere enfrentarse a un contramaestre enfadado a las cinco de la mañana, así que si te dicen que a las cinco y cuarto tienes que estar en cubierta, a las cinco y catorce estás allí.

Hoy nos hemos despertado tan temprano porque zarpamos a las cinco y media. Estamos atracados  en el muelle de los transatlánticos de A Coruna donde hemos pasado 24 horas muy intensas.

Nada más llegar, ayer por la mañana, dimos una rueda de prensa sobre los impactos del cambio climático que ya se pueden apreciar en Galicia y luego, entre reuniones con los políticos de la zona, empezaron las preparaciones para abrir las puertas a todo el que quisiera ver el barco... ¡Se acercaron más de quinientas personas!

Los días de puertas abiertas son estupendos porque es cuando se palpa la conexión y solidaridad que existe entre el público y Greenpeace. Con sus sonrisas y comentarios, la gente nos llena de energía positiva y nos hace sentir que podemos alcanzar cualquier meta que nos propongamos. No deja de sorprenderme el ver tantas personas de diferentes edades, procedencias y costumbres reunidas con un objetivo común.

Los que primero llegan al barco son los voluntarios de los grupos locales que ponen a nuestra disposición gran cantidad de tiempo libre y el sudor de su frente para montar lo que haga falta (exposiciones, carpas, tiendas, etc) o para pasar todo el día aguantando el fuerte sol o el mal tiempo. También están los responsables de campaña que reciben a los políticos y a la prensa para explicarles los objetivos de la campana, en este caso, combatir la crisis climática que ya tenemos encima. Y, en ultimo lugar, la tripulación del barco que siempre está dispuesta a hacer unas horas extra para devolver el cariño que el público nos da: limpiamos el barco hasta que brilla y siempre hay algunos que se quedan en cubierta para saludar a la gente y contestar a cualquiera pregunta... o ¡para saltar a la fama en los medios del lugar, haciendo una entrevista! En total, trabajamos todos juntos, con diferentes estilos e idiomas a la vez y logramos vivir un momento excepcional.

Pero para mí, la visita a A Coruña fue mucho más que un gran día de puertas abiertas porque esta ciudad tiene un gran significado a nivel personal. Hace cinco años llegué a A Coruña en velero en lo que tenía que ser una escala en mi aventura de navegación y, por alguna razón, decidí quedarme aquí. Quizás fue porque soy medio celta, de Escocia, y la vida aquí es muy parecida a la de mi tierra natal pero sin los inconvenientes del clima y con bares y restaurantes que cierran pasadas las once de la noche...

Mi decisión de quedarme en A Coruña fue paralela a la de dedicarme profesionalmente a la mar y así fue como me enrolé en la antigua universidad laboral de O Burgo donde, en dos años, me saqué el titulo de Patrón de Altura de la marina mercante. Ahora soy marinero en el Rainbow Warrior por lo que volver a A Coruña en un barco de Greenpeace fue especialmente emocionante.

Lo malo de los momentos especiales es que duran poco y ¡aquí me tenéis, escribiendo este blog a las doce de la noche del día siguiente! Hoy el día ha sido duro, hemos pasado 16 horas navegando a vela por los famosos cabos de la Costa da Morte y se me ha hecho tarde... tengo que acostarme porque mañana vendrá la contramaestre a las seis y media con su “dulce despertar”, para empezar un nuevo día a bordo.

Alexander Holmes,  marinero del Rainbow Warrior