En Doha, Qatar, los más veteranos entre los asistentes a la reunión de la Convención sobre el Comercio de Especies Amenazadas (CITES) no recuerdan una reunión tan negativa en cuanto a resultados. El lobby pesquero desembarcó en Doha y se ha llevado por delante la incómoda costumbre de CITES de atender a los argumentos científicos. La Convención ha sido barrida por los partidarios del beneficio a corto plazo.

Esta 15ª Conferencia de CITES había sido descrita como la conferencia marina. Nunca tantas y tan importantes especies marinas habían sido presentadas ante los miembros. Con las sesiones finalizadas, seis propuestas apoyadas en sólidas evidencias científicas destinadas a proteger especies de tiburones, corales y al maltrecho atún rojo, no alcanzaron los dos tercios de los votos necesarios para su protección. La mayoría de ellas contaban con el refrendo de la FAO y del propio Secretariado de CITES, algo al parecer insuficiente para más de un tercio de los asistentes.

Ante la evidencia de que los criterios científicos se cumplían, los países opuestos a la inclusión en CITES de especies marinas han recurrido a razones de principio: las especies marinas deben ser gestionadas por las organizaciones regionales de pesca, no por CITES, dicen. Al margen de que no conozco a nadie que pretenda que CITES gestione la explotación de estas especies – tal convención exclusivamente regula su comercio internacional – más importante es preguntarse cómo es posible que hayamos llegado a una situación en la que la población de atún rojo ha descendido a menos del 15% de su nivel original, muchas especies de tiburones se encuentran gravemente amenazadas, y la pérdida en sólo unas pocas décadas de la mayoría de nuestro arrecifes de coral, imprescindibles para la biodiversidad en el mar, es una amenaza real.

Pretender que los mismos responsables de la situación actual la solucionarán sin el apoyo de otras convenciones o de profundas reformas es una gran irresponsabilidad de la comunidad internacional.

Una lógica perversa
Tan pobres resultados son en parte debidos al enorme esfuerzo de Japón, que convirtió su oposición a las propuestas marinas en CITES en una cuestión de Estado. Las embajadas del mayor consumidor per capita de pescado en todo el mundo llevan meses inundando de información a las autoridades pesqueras de otros países, argumentando en contra de la inclusión de especies marinas en dicha Convención. Al menos dos recepciones auspiciadas por Japón tuvieron lugar durante esta 15ª Conferencia de las Partes para asegurar el voto del mayor número posible de países en desarrollo contra estas propuestas.

Al lado de tal despliegue, los tímidos – y además tardíos –  apoyos a la protección del atún rojo de la Unión Europea – presidida por España – y de Estados Unidos, han resultado ser meras declaraciones de intenciones. Si la protección de estas especies hubiera recibido una prioridad adecuada en los asuntos comunitarios, la UE habría llegado a Doha preparada y habría hecho mucho más para convencer a otros países de que apoyaran sus propuestas. En resumen, Japón vino a CITES a ganar, mientras que Europa y Estados Unidos llegaron a Doha para ver que tal les iba.

Uno de los argumentos utilizados por Japón y otros para ganar el voto de los países empobrecidos es especialmente perverso: argumentan que la sobre-protección (sic) de las especies marinas impedirá que los países más pobres se beneficien de su explotación, ahogará a sus comunidades costeras y amenazará a su seguridad alimentaria.

Es perverso, digo, que precisamente grandes potencias pesqueras, como Japón, China, Corea o Islandia, utilicen estos argumentos con los países más pobres. La mayor amenaza a la seguridad alimentaria de las 2.000 millones de personas que en el mundo dependen de la pesca para sobrevivir, es precisamente la sobreexplotación y la insostenible demanda generada por el excesivo consumo de pescado en las partes más ricas del mundo. La protección urgente de los recursos marinos es la única póliza de seguro contra la situación actual y beneficiaría en primer lugar a los más pobres. Estos falsos argumentos no hacen sino perpetuar la distribución desigual del acceso a los recursos marinos en todo el mundo.

España, satisfecha con el rechazo a la protección del atún rojo
El nuevo fracaso para la protección del atún rojo no ha proporcionado un gran disgusto a la presidencia española. El Gobierno español nunca quiso que CITES otorgara protección a la especie. Hasta tal punto es así, que la ex-Ministra de Extracción Pesquera, ahora reconvertida en Ministra de Medio Ambiente – un disfraz que no le sienta nada bien – ni siquiera ha esperado a que terminara la reunión de CITES para tener una nueva salida de tono. Según ella, si las cosas van bien “se podrá mantener la extracción del atún rojo tal y como la tenemos hoy".

Espinosa parece no darse por enterada de que la Unión Europea, bajo la Presidencia española, ha llegado a la conclusión de que la especie está amenazada y ha apoyado su inclusión en el Apéndice I de CITES. La extracción del atún rojo “tal y como la tenemos hoy” no es una opción. Su prioridad – diría yo su obligación – debería ser proteger esta especie, y no pretender que todo puede seguir como hasta ahora.

Nueve meses para salvar este Año de la Biodiversidad
Una mayoría de países siguen sin pasar de las palabras a las acciones. 2010, el año en el que Naciones Unidas pide a la comunidad internacional actuar contra la pérdida de biodiversidad en el planeta comienza con muy malos augurios. En febrero un grupo de trabajo de la Asamblea General de la ONU se reunía en Nueva York para debatir la protección de la biodiversidad marina en aguas internacionales, que representan el 60% de la superficie marina. No hubo progresos. Como no los ha habido este año en CITES. Mientras leen esto, un grupo de trabajo de la Comisión Ballenera Internacional debate una propuesta que permitiría a Japón seguir cazando ballenas en el Santuario Antártico y acabaría con una de las mayores victorias para la conservación marina que hemos logrado en las últimas décadas: la moratoria sobre la caza comercial de ballenas.

Ironías de la vida, Japón, uno de los países que ha puesto todo su empeño en que las propuestas de protección de especies marinas fracasaran en CITES será el anfitrión en noviembre de este año de la 10ª Conferencia de las Partes de la Convención sobre Biodiversidad, probablemente la más importante conferencia internacional sobre la conservación de nuestro maltrecho planeta. Un cuarto de este Año de la Biodiversidad ha pasado ya, y nuestros Gobiernos todavía no se han enterado de la dimensión de la crisis ambiental.

Desde Doha (Qatar), Sebastián Losada, responsable de Políticas Marinas de Greenpeace Internacional