Nuestro planeta, es un planeta azul. Con más del 70% del planeta cubierto de agua, nuestros océanos pueden verse desde todo el Sistema Solar.



No hace mucho tiempo, los océanos eran demasiado grandes como para que la actividad humana causara en ellos daños duraderos y significativos. Pero estudio tras estudio se ha ido demostrando los impactos negativos de la pesca, la perforación petrolífera, la minería, la contaminación y el cambio climático. Cada día demostramos que el ser humano es capaz de causar graves daños en los océanos y en los animales que en ellos habitan.

Y no solo la vida animal está amenazada: nosotros también. La salud de nuestros océanos es fundamental en la forma de vida de miles de millones de personas y sustenta nuestro planeta luchando contra el cambio climático. Nuestro destino y el destino de nuestros océanos están íntimamente conectados.

¿Qué podemos hacer para evitar que el daño termine siendo irreversible?
La mayor parte de los océanos están fuera de las fronteras de cualquier país. Estas vastas áreas no pertenecen, técnicamente, a nadie, lo que en realidad quiere decir que nos pertenecen a todos y todas. Somos nosotros sus guardianes, y lo que les ocurra es una responsabilidad colectiva.

La ciencia es clara: necesitamos crear Santuarios marinos
Los Santuarios marinos son áreas protegidas de gran tamaño en nuestros mares que dejan fuera la avaricia del ser humano. Proporcionan refugio para la vida silvestre y los ecosistemas se pueden recuperar. La recuperación de los peces se extienden por el resto de mares, garantizando la seguridad alimentaria de miles de millones de personas que dependen de los océanos. Los científicos cada vez lo tienen más claro: los océanos bien conservados desempeñan un papel fundamental en absorber CO2 y ayudan a evitar los peores efectos del cambio climático.

Y ahora las buenas noticias. Las cosas están cambiando y finalmente se está buscando la forma de proteger áreas del océano. Hace apenas unos meses, en una sala de reuniones muy lejos del océano, los gobiernos de todo el mundo acordaron comenzar un proceso para protegerlos: un Tratado de los Océanos.

Este tratado no se firmará, al menos, hasta 2020, pero ahora el debate está sobre la mesa para comenzar a hacer realidad una verdadera protección de los océanos. El año pasado, una vasta zona de 1,5 millones de kilómetros cuadrados fue protegida en el Mar de Ross, en el océano Antártico. En un clima político tan turbulento como el actual, fue una demostración de cómo la cooperación internacional puede y debe funcionar a la hora de defender nuestro hogar.



Situado en el extremo sur del planeta, el océano Antártico es el hogar de una gran variedad de fauna: grandes colonias de pingüinos emperador o adelaida, el espectacular calamar gigante, con sus ojos de tamaño de balones de baloncesto que le permiten ver en las profundidades, y también el animal más grande del mundo, la ballena azul, cuyas venas son lo suficientemente grandes como para que un niño gatee en su interior.

Pero en la Antártida, la paulatina expansión de la pesca industrial ha puesto su foco en la única especie que sustenta a prácticamente toda la vida animal de la zona: el krill. Este tipo de crustaceo son pequeños animales, parecidos a las gambas, de los que pingüinos, ballenas, focas y otros animales dependen para su supervivencia. La terrible noticia  de la colonia de 40.000 pingüinos cuyas crías no salieron adelante la semana pasada de hambre (tan solo dos crias se salvaron), es una triste evidencia de las enormes presiones que los animales ya sufren en la Antártida. Una industria del krill en expansión supone solo más malas noticias para la salud la Antártida. Peor aún: esa misma industria está bloqueando los intentos de protección medioambiental de estas aguas.

Los gobiernos responsables de la Antártida se están reuniendo estos días para discutir el futuro del continente y de sus aguas. Las propuestas sobre la mesa este año son limitadas, pero cuando vuelvan a reunirse de nuevo en 12 meses, tendrán una oportunidad histórica para crear la mayor área protegida del mundo: un Santuario marino Antártico. Abarcando todo el mar de Weddel, pegado a la península Antártica y tendrá una superficie tres veces superior a España.

Crear la mayor área protegida del mundo en el océano Antártico demostrará que la presión corporativa y los intereses nacionales no son rivales para un grito global que pide a nuestros líderes la protección de lo que nos pertenece a todos y todas.

El movimiento para proteger más de la mitad de nuestro planeta empieza ahora, y lo hace en la Antártida.