“Sigue nadando… sigue nadando… sigue nadando nadando nadando…”. Con esta cancioncilla anima la famosa Dori invitaba al padre de Nemo a adentrarse en las oscuras aguas de las profundidades marinas en busca de la dichosa máscara de buceo, donde se encontraron con un raro pez con un penacho de luz.

Profundidades marinas

Aunque parezca increíble en esas frías y oscuras aguas hay vida. Y mucha más de lo que uno podría imaginarse. Hay criaturas fascinantes, luminiscentes, de formas raras, que casi parecen estar sacadas de una película de ciencia ficción.

Pero sin necesidad  de descender a las profundidades de las fosas abisales encontramos también otros ecosistemas repletos de vida. Estamos hablando de corales, esponjas, cangrejos, peces… pero no estamos describiendo un arrecife tropical. Los corales también se desarrollan en estas frías aguas, y al igual que sus compañeros, más cálidos, forman bosques submarinos donde se refugian otras muchas especies, a menudo en torno a montes submarinos.

Aún queda mucho por conocer de este mundo submarino aunque lo que sí sabemos es que son ecosistemas muy vulnerables. ¿Por qué? Porque no están acostumbrados a las perturbaciones y los ritmos de vida de esas especies son lentos. Esto último es importante porque significa que los peces que ahí habitan viven muchos años, que está muy bien, pero también se reproducen tarde y con poca descendencia, con lo que son muy vulnerables a la pesca.

Ah, pero ¿ahí se pesca? Sí, y no precisamente de forma sostenible y selectiva. Pese al valor de estos ecosistemas de profundidad y de que aún queda mucho por estudiar sobre ellos, la industria pesquera lleva muchos años explotándolos. Agotados otros caladeros más superficiales, los grandes buques cada vez tienen que buscar los peces más lejos y más profundo.

En el Atlántico Nordeste, entre los 200 y 1500 metros las grandes redes de arrastre  se desplazan por estos singulares hábitat en busca de tiburones, marucas, peces sable, gallinetas, arrasando con sus grandes puertas y rodillos todo lo que encuentran a su paso, tanto los peces objetivo de la pesca como los corales milenarios y otras especies. Hasta el 80% de la captura puede ser devuelta al mar muerta o moribunda. Es como talar un monte para cazar ardillas.

 

Increíble ¿verdad? pues lo más increíble aún es que estos ecosistemas no estén protegidos y se permita este tipo de pesca y no existan límites de capturas para todas las especies comerciales que se explotan. Además del valor ecológico en sí, en las profundidades del mar se están encontrando, por ejemplo, especies de alto interés farmacológico con propiedades anticancerígenas.

Esto no es ciencia ficción ni una película de dibujos animados. Esto sucede en las frías aguas del Atlántico todos los años siendo España una de las protagonistas con cerca del 50% del volumen de las capturas de la UE).

Elvira Jiménez, responsable de la campaña de océanos de Greenpeace

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