Esta misma semana el Presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, declaraba a un medio de comunicación que “las centrales nucleares no son económicamente viables”. Cuando lo normal hubiera sido anunciar, inmediatamente después, el cierre inminente de la central nuclear de Garoña, los medios han fotografiado a Galán en una céntrica plaza de Bilbao dando pedales para mover las aspas de un aerogenerador. Claramente, Galán ha hecho “un Iberdrola”.



El Presidente de Iberdrola, durante la semana de accionista de Iberdrola, que está celebrando en Bilbao, no ha tratado en ningún momento de disimular la gran distancia que separan los gestos de cara a la galería de las políticas reales de su empresa; el abismo entre el discurso y los hechos. Es lo que se llama “hacer un Iberdrola”, una muestra prototípica de cómo manejar el aparato publicitario para parecer lo que no eres.

Si eres de Iberdrola puedes presionar al Gobierno y defender que se ponga un indignante “impuesto al Sol” y, al mismo tiempo, hablar de la necesidad de luchar contra el cambio climático. “Hacer un Iberdrola” te permite, sin ningún rubor, intentar evitar el autoconsumo que mejoraría la sostenibilidad del sistema y mostrar a continuación tu compromiso para evitar que la temperatura mundial del planeta supere los 1,5 ºC.

Para estudiar mejor el fenómeno, Greenpeace hoy ha estado en la Junta General de Accionistas de Iberdrola, acompañando a otras ONGs y asociaciones en un frente común contra las malas prácticas de IBERDROLA.

Durante nuestra intervención vamos a verificar la magnitud de este problema crónico de la mayor empresa eléctrica española. Así que preguntaremos a los señores de Iberdrola, sobre la fecha en la que van a fijar públicamente el objetivo de tener un parque de generación 100% renovable. Respuesta: ¿harán nuevamente un Iberdrola?

También les recordaremos que este año se cumple el quinto y el trigésimo aniversario respectivamente de los accidentes nucleares de Fukushima y Chernobil. Y que Iberdrola comparte, junto con Endesa, la central nuclear de Garoña, la más vieja de Europa, central que debería haber empezado a desmantelarse tras el final de su vida útil el 6 de junio de 2013. Una central que está en condiciones de quiebra económica, que se desconectó de la red eléctrica desde el año 2012 por encontrarse en situación de patrimonio neto negativo. Y que por la decisión de pararla, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) impuso a Iberdrola la máxima multa posible, 18,4 millones de €.

En un claro acto de provocación, queriendo ver un gran “Iberdrola”, hemos pedido que se explique a los accionistas por qué una central que está en ruinas necesita una ampliación de su vida útil. O por qué se está pidiendo la ampliación de la vida útil para no producir electricidad. O por qué cuando el Gobierno les da la posibilidad a Iberdrola de solicitar la ampliación, la empresa no presenta la documentación para dicha autorización. Y ya veremos si el Sr. Galán hace “un gran Iberdrola”.



Los presentes en la Junta de Accionistas estamos a 60 kilómetros en línea recta de la central de Garoña, pero también hemos querido traer un asunto un poco más lejano: el futuro de los 15.000 indígenas que forman la tribu Mundurukú, tribu que vive en la Cuenca del río Tapajos, en la Amazonia.

Esta tribu indígena está amenazada por un proyecto hidroeléctrico, una megapresa que, si se llegara a construir, sería la tercera mayor presa del mundo, y afectaría gravemente a su territorio.

¿Por qué vamos a recordar este asunto a Iberdrola? Porque la actividad de Iberdrola en Brasil, a través de su socio Neoenergía, ha permitido su implicación en proyectos hidroeléctricos muy polémicos como la presa de Belo Monte, proyecto cuya conflictividad ambiental y social ha provocado la visita de la Relatora de Derechos Humanos de Naciones Unidas, para evaluar el impacto de los proyectos de desarrollo a gran escala como el de Belo Monte; y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha iniciado un procedimiento contra Brasil por violaciones de derechos humanos relacionadas con la megapresa de Belo Monte.



El Código Ético de la empresa establece que Iberdrola y sus empleados tienen el compromiso de respetar los derechos de las minorías étnicas y de los pueblos indígenas en los lugares en los que desarrollen su actividad. Pero en Brasil no se respetan estos derechos. ¿Que va a hacer Iberdrola en Brasil? ¿Seguir haciendo lo mismo?

No creo que el pueblo Mundurukú entienda la ironía, ni comprenda qué gracia tiene “hacer un Iberdrola”. A decir verdad, yo tampoco le veo la gracia.