En marzo de 2006, el escritor José Saramago escribió en el diario El Mundo un artículo conmovedor sobre un gesto protagonizado por su abuelo Jerónimo. El artículo, titulado "La despedida de Jerónimo Melrinho", contaba que su abuelo, al presentir su muerte, y antes de ir al hospital, se fue al huerto a despedirse de cada uno de los árboles que había cuidado y plantado. No se despidió de los animales, pero se despidió de su familia y de sus árboles como si todo fuese para él su familia.

Además de su defensa de los derechos y las libertades humanas, Saramago tuvo gestos en favor de los bosques que hacen que su despedida deje huérfanos también a estos seres. No sólo perdemos un excelente escritor, el fallecimiento de José Saramago es también la pérdida de un aliado.

Nos vienen a la memoria algunos momentos gratificantes. Todavía recordamos cuando le conocimos personalmente, a él y a su mujer Pilar del Río, en su casa de Malasaña y le explicamos, sobre una mesa llena de libros, el proyecto Libros Amigos de los Bosques, proyecto que él apoyó pidiendo a su editor que utilizara en las ediciones de sus libros “papel amigo de los bosques”.

O cuando el Premio Nobel de Literatura nos invitó en noviembre de 2005 a la presentación en Lisboa de las diversas ediciones de su libro Las intermitencias de la muerte. En su presentación del libro, Saramago hizo el mejor discurso nunca antes escuchado a favor de nuestro proyecto y pidió al sector editorial que se comprometiera a editar libros sin destruir los bosques.

No sabemos si Saramago tuvo tiempo para despedirse de los árboles de su jardín. En el año 2005 nos dijo “si todos los escritores decidimos apoyar esta campaña, veríamos una revolución en la manera en que se producen los libros hoy".

Esa revolución ya ha empezado. Y es la mejor despedida que Saramago ha podido hacer a los árboles.

Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de Bosques de Greenpeace