El 11 de marzo, un terremoto de magnitud 9 sacude la costa este de Japón, al que sigue un gran tsunami. Se pierde el suministro eléctrico en la central nuclear de Fukushima, y los sistemas de refrigeración fallan. Poco tiempo después se funden tres de los reactores y las explosiones de hidrógeno destruyen los edificios.

Al día siguiente, 12 de marzo, Japón declara una zona de evacuación de 20 kilómetros, y el desplazamiento de decenas de miles de residentes. Posteriormente, el Gobierno amplia la evacuación a otras zonas altamente contaminadas, dando lugar a la eventual evacuación de 150.000 personas.

Greenpeace muestra el 23 de marzo que la radiactividad liberada es suficiente para clasificar este accidente en el nivel 7 de la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES). En ese momento el accidente había sido clasificado como de 4 a 5. El 12 de abril se aumenta oficialmente al nivel 7, el máximo de la escala INES. Dos días después, especialistas de Greenpeace comienzan las mediciones independientes de la radiación mas allá de los 20 Km, y aunque el gobierno japonés rechaza estas conclusiones, los expertos del OIEA confirman la necesidad de evacuación dos días después. Un mes después el gobierno solicita a los residentes la evacuar de estas zonas.

En abril, Japón anuncia que aumentará los niveles de radiación permitidos para los niños hasta 20 veces mas que el límite internacional reconocido y legal de 1 milisievert al año. En mayo, TEPCO admite que la fusión en el reactor 1 se produjo cinco horas después de la perdida de suministro eléctrico. También se produjo la fusión de los reactores 2 y 3. En junio, NISA, el regulador nuclear de Japón, anuncia que las emisiones de radiación de los isótopos radiactivos de yodo y cesio en el accidente son más del doble de lo que originalmente decía.

En julio, saltan a la luz numerosos escándalos que muestran que las compañías eléctricas utilizaban inmoralmente su influencia para conseguir el apoyo público a la energía nuclear. Más tarde, se suman a los escándalos los gobiernos locales y nacional. Naoto Kan, el Primer Ministro, es finalmente “reemplazado” por Yoshihiko Noda, que es mucho más pro-nuclear.

En octubre, Japón reconoce que el desmantelamiento de los reactores de Fukushima llevará más de 30 años, cifra que posteriormente modificó a 40 años. TEPCO había dicho en mayo que la planta sólo se cerraría de seis a nueve meses.

Diciembre, el primer ministro Noda dice que se ha conseguido la "parada fría" de los reactores de Fukushima, hasta los miembros del propio partido de Noda dicen que la declaración es una 'una ficción'.

Los científicos de la Universidad de Tokio, indican que existe una probabilidad del 70% de que un terremoto de magnitud 7,0 ocurra en Tokio (12,9 millones de personas), en los próximos cuatro años. A pesar de esto, y de todo lo anterior, la industria nuclear de Japón sigue impulsando la energía nuclear.

Más del 90% de los reactores de Japón están parados. Sólo 2 de los 54 reactores están funcionando y no hay problemas significativos con el suministro de energía eléctrica.
Y ahora que sabes todo esto, ¿crees que debemos seguir apostando y confiando en la energía nuclear?

Por Raquel Montón (@raquelmonton), responsable de la campaña Nuclear de Greenpeace España.

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