Un equipo de Greenpeace a bordo del Esperanza ha llegado al Ártico esta semana.

El cambio climático es una realidad incuestionable y para muestra un botón, o varios, en forma de los impactos que están sufriendo millones de personas este verano. Los únicos que niegan el cambio climático son los miembros del llamado movimiento “negacionista”, financiado por las principales compañías petroleras del mundo.

Cuando la quema de combustibles fósiles es la principal causa del cambio climático, a nadie se le escapa el interés de estas compañías en negar la mayor. Pero a lo mejor lo que sí pasa desapercibido es que estos mismos “negacionistas” son quienes más se pueden beneficiar de sus impactos. No en vano, el deshielo progresivo en el Ártico representa la principal oportunidad de negocio del sector petrolero en la actualidad: la posibilidad de poder perforar en un futuro cercano todo el año, en una zona que según varios estudios acumula el 22% de las reservas de petróleo por descubrir.

No obstante, la realidad a día de hoy es que estos yacimientos en aguas profundas son muy inaccesibles y están cubiertos por espesas capas de hielo la mayor parte del año, por lo que su explotación solo es posible en verano. Cualquier fuga que se prolongara hasta el invierno quedaría fuera de control una vez que la zona se cubriera de hielo.

Gaviotas posadas en la parte superior de un iceberg

Precisamente para denunciar estos riesgos y para evitar que la empresa británica Cairn Energy siga poniendo en peligro uno de los ecosistemas más frágiles del planeta un equipo de Greenpeace a bordo del Esperanza ha llegado al Ártico esta semana, rodeado, eso sí, de un gran despliegue de fuerzas de seguridad danesas y bajo la amenaza de detención si se acerca a más de 500 metros de la zona de perforación.

No deja de sorprender que las autoridades que deberían estar protegiendo la flora y la fauna que son patrimonio de la humanidad protejan, en su lugar, los intereses económicos de unos pocos, los de Cairn Energy, en este caso. Y que a la pregunta de cuáles son los planes de emergencia en caso de accidente, el Gobierno danés no tenga nada más que decir que “los pozos quedarán sellados en septiembre para pasar el invierno”... Una afirmación que sería más fácil de creer si no hubiéramos sido testigos de las dificultades que ha tenido BP frenar el vertido en el golfo de México.

El cinco de agosto, un glaciar en la costa oeste –donde se perfora– se desprendió una placa de hielo de un tamaño que duplica el de la ciudad de Barcelona. El deshielo ya ha provocado que la superficie del Ártico sea hoy un 22% menor que la media del periodo 1979-2000, pero mientras algunos nos echamos las manos a la cabeza otros se las frotan pensando en el negocio que se les viene encima.

Hoy he leído el blog que un periodista británico escribe desde el Arctic Sunrise, en  expedición por el golfo de México para evaluar los impactos del vertido de BP. Contaba lo contento que está por estar a bordo y lo rápido que se ha adaptado a la rutina del barco y dejaba, a modo de reflexión final, estas líneas: “En un barco eres consciente de lo vulnerable que eres frente a la naturaleza y de lo escasos que son tus recursos. Solo tienes lo que conservas a bordo. Lo mismo deberíamos sentir en la tierra, porque no es nada más que el barco en el que navegamos y, sin embargo, nos lo estamos cargando”.

Si tu también quieres pedirle a Cairn Energy que deje de perforar el Ártico, ciberactúa en el siguiente enlace: CIBERACTÚA

Aida Vila, campaña de cambio climático