Bankia tiene un grave problema. Parece que harán falta unos 24.000 millones de euros para sanearla y que esta cantidad se sumará a nuestro déficit público. Rodrigo Rato, presidente de esta entidad hasta hace muy poco, ha conseguido por segunda vez que el Estado español cargue con esta cifra de déficit.

Echemos la vista atrás. Rodrigo Rato, como ministro de Economía en 1997, fue el responsable de la entrada en vigor de la Ley 54 del sector eléctrico: inició el proceso de liberalización del sector y se creó el “mercado” de la electricidad. Pero esa liberalización solo afectó a la generación de electricidad. La venta de electricidad a los consumidores siguió fuertemente intervenida. Además, Rato tomó la insólita decisión de fijar unas tarifas que no incluían todos los costes que se estaban produciendo.

Así que comenzó a generarse el déficit de tarifa, mientras las eléctricas construían todas las centrales que les daba la gana, hicieran falta o no, los costes de todo el sistema iban subiendo pero los consumidores no lo veían en su factura.

El resultado es que durante estos años hemos “disfrutado” de un precio de la electricidad artificialmente más barato de lo que realmente estaba costando. Simplemente se nos concedió una hipoteca que no habíamos pedido. El montante acumulado de este déficit asciende ya a unos 24.000 millones de euros.

¡Vaya! Parece que por donde pasa Rato va dejando un rastro de 24.000 millones que él luego no paga ni de los que asume su responsabilidad. El Gobierno mira hacia otro lado en el tema de Bankia. En el caso del déficit de tarifa han culpado a las energías renovables. Ya sabemos que ser transparentes y decir la verdad no está de moda.

La última burla será que el Gobierno utilizará esta catástrofe pública para entregar mayores beneficios a las empresas privadas. A las eléctricas, el Gobierno les regala ingentes “beneficios caídos del cielo” a través de la prolongación de la explotación de las centrales nucleares. Esto no aporta ni un euro a remediar el déficit de tarifa sino todo lo contrario: tal y como está organizado el mercado eléctrico, el precio que se debe pagar a las eléctricas es el mismo aunque algunas produzcan a costes inferiores.

Alargar la vida de las nucleares solo aumenta los beneficios de las eléctricas, mientras los consumidores seguirán pagando lo mismo y cargando con los riesgos de mantener en funcionamiento esas peligrosas instalaciones, cada vez más viejas.

Mi último renglón es para la acción pacífica, como dijo Gandhi: “Casi todo lo que usted realice será insignificante, pero es muy importante que lo haga". Pidámosle al Gobierno que no nos venda a los intereses de las empresas nucleares.

Raquel Montón (@raquelmonton) responsable de la campaña Antinuclear de Greenpeace
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Antonio Marin Segovia