A fecha de hoy, no parece que la cumbre de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente, conocida como Río+20, esté suscitando el interés de nuestros responsables políticos y los medios de comunicación. Esta situación se da pese a la anunciada presencia del Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y a las recientes misiones comerciales del Ministro de Asuntos Exteriores a Brasil. Esperamos que lo que se hable y decida en la Cumbre de Río+20 también sea de interés para nuestro Presidente.

Porque haríamos mal en no mostrar un mayor interés por esta cumbre. El edificio del multilateralismo en materia de medio ambiente debe ser apuntalado. La gobernanza mundial tiene que ser reforzada. La protección de los océanos es una urgencia ante el colapso que se avecina. La transición hacia una economía descarbonizada, que tenga en cuenta los límites físicos del planeta, que sea justa y equitativa, podría empezar a dar sus primeros pasos en Río. Y deberíamos estar atentos a estas primeras señales. Los objetivos para un Desarrollo Sostenible, “en el contexto de la erradicación de la pobreza” se empiezan a gestar y tenemos que estar listos.

Como viene siendo habitual, llegamos al final de un largo proceso de reuniones preparatorias (marzo y diciembre de 2011) y discusiones mensuales sobre un borrador de declaración de la cumbre que empezó teniendo 200 páginas y, de momento, se ha quedado en 80. Sólo está consensuado un 20% de este borrador. Queda mucho por hacer.

¿Hay motivos para el optimismo? Esperamos que de Río+20 salga el mandato de comenzar las negociaciones sobre la protección de las Aguas Internacionales. También existe la posibilidad de que Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas (UNEP) se transforme en una Agencia con un presupuesto real y poderes de implementación. Otros párrafos de la declaración, que abordan la necesidad de eliminar los subsidios dañinos (a las energías sucias, a los drivers de la deforestación, a la industria pesquera responsable de la sobrepesca, etc.), serán duros de batallar pero son necesarios para comenzar esa transición.

Los que saben de estas cumbres y sus prolegómenos, dicen que el éxito o el fracaso de Río+20 está en el aire, pero que en ningún caso podemos darla por perdida. Tampoco la Cumbre de 1992 fue un camino de rosas. Río 92 apoyó la energía nuclear, por ejemplo, y el texto está lleno de términos, frases y propuestas del business as usual. Pero hoy podemos decir que en 1992 se dieron pasos de gigante. No esperamos textos legalmente vinculantes, pero el contenido de la declaración de Río+20 será sin duda un paso, esperamos que para adelante.

Para Greenpeace, el futuro no se construye en los tres días que dura de la Cumbre de Río+20, así que esta nueva cita de la comunidad internacional no traerá el “Futuro que queremos”, como reza el eslogan de la cumbre. Pero para la sociedad civil será una oportunidad para intentar apuntalar y defender la arquitectura internacional y el multilateralismo en materia de medio ambiente, recordar las promesas incumplidas, dar pasos para una mayor gobernanza mundial, y denunciar el sucio papel que juegan los intereses de las grandes corporaciones en estos foros. Y, como siempre, dentro y fuera de la cumbre, pondremos en evidencia la urgencia de anteponer el bienestar de la gente, los derechos humanos y el desarrollo sostenible a los intereses privados de las empresas.

Somos plenamente conscientes del contexto internacional y la falta de ambición con la que llegan los gobiernos a esta cumbre, pero cada vez más se escucha que no se puede aislar la crisis económica de la crisis ecológica y social. Hay que comenzar la transición, hay que empezar a dar el giro, hay que convencer a los gobiernos del mundo de que sólo una visión transformadora puede aprovechar la crisis global para crear las bases para el Desarrollo Sostenible.

Miguel Ángel Soto Caba (@NanquiSoto) responsable de Biodiversidad de Greenpeace

- Análisis y las demandas de Greenpeace España para la Cumbre de Río+20