¿Podemos considerar 2015 un buen año desde el punto de vista del consumidor energético? ¿Hemos consumido una energía procedente de fuentes más limpias? ¿Hemos pagado menos en nuestra factura de la luz? ¿Ha mejorado el estado de las renovables con respecto al año anterior? ¿Realmente le importa al Gobierno impulsar una política energética más verde?
A pocos días del acuerdo de París para abrir camino hacia el abandono global de los combustibles fósiles, Red Eléctrica Española publicaba los datos de cómo hemos cubierto nuestra demanda de electricidad en España en 2015. El camino de la transición energética en España nunca ha estado tan cerca y tan lejos al mismo tiempo del objetivo. El paso de un modelo a otro depende de las próximas decisiones sobre política energética.
Dos datos destacan con fuerza sobre 2015: menos renovables y mucho más carbón y gas respecto a 2014. Un binomio venenoso para el clima que no responde sólo a un año de menores viento (-5%) y producción hidráulica (-28%), sino también a una política del Gobierno del PP orientada a bloquear toda nueva instalación de renovables y a proteger las inversiones realizadas en centrales de carbón, gas y nucleares.
Mientras a escala global hace ya cinco años que se invierte más en instalar renovables que en energías sucias, en España durante 2015 ha seguido la moratoria de facto en la instalación de renovables. El marco legal de las renovables en 2015 ha sido tan arbitrario y cambiante que ha colocado a España en el segundo puesto mundial en arbitrajes internacionales, la mayoría sobre renovables, sólo por detrás de Venezuela. Esto nos ha impedido reaccionar adecuadamente a un año de menores vientos e hidraulicidad acudiendo a tecnologías de altas emisiones.
Una situación muy difícil de justificar a la luz de otro hecho que se ha reafirmado claramente en 2015 en toda Europa: a más renovables en la cesta de producción de la electricidad, más bajo el precio para los consumidores... y viceversa. La fuerte entrada de carbón y gas y la bajada de las renovables ha hecho subir el precio mayorista de la electricidad un 19% en 2015 respecto a 2014. Además tendremos que pagar algo más de 100 millones de euros adicionales en derechos de carbono por las 14 millones de toneladas de CO2 debidas a la entrada masiva de carbón (+22%) y gas (+17%). Una cantidad equivalente a las emisiones de 4,5 millones de coches.
La caída espectacular del precio de las renovables (80% en tan sólo 5 años) está impulsando su instalación a gran escala en todo el mundo con un crecimiento de un 30% en tan sólo un año. Un entusiasmo contagioso ya que las nuevas renovables son plenamente competitivas respecto a los combustibles fósiles. El Ministro de Energía marroquí aseguraba hace pocos días que, la nueva eólica instalada en su país, produciría a menos de la mitad de precio que las nuevas centrales de gas o carbón. En Chile se produce ya electricidad fotovoltaica a precios inferiores a la media del mercado mayorista español.
Tendencia que sigue en España con la primera subasta de nueva eólica, después de la moratoria en la que se han asignado 500MW que recibirán tan sólo el precio del mercado mayorista, al igual que las tecnologías convencionales y contaminantes sin más ayudas o incentivos pero también sin emisiones ni residuos nucleares, a diferencia de las segundas.
A pesar de moratorias a las renovables, reformas eléctricas para garantizar la recaudación del sistema eléctrico y normativas para paralizar el autoconsumo seguimos produciendo con renovables el 37,4% de nuestra electricidad. Ahora se trata de dar el paso siguiente y usar la abrumadora sobrecapacidad eléctrica instalada (nos sobra por lo menos un 30%) para un cierre programado de nucleares y carbón y sustituirlas por renovables más baratas, limpias y flexibles.
Para cerrar, otra oportunidad perdida: hacer del ahorro y la eficiencia energética un valor añadido para el consumidor. 2015 ha traído un incremento del 1,9% de la demanda de electricidad respecto al año anterior por primera vez en años. Un dato nada positivo ya que implica que no hemos conseguido desacoplar el crecimiento económico del incremento del consumo de electricidad. Esto es consecuencia directa de la política anti-eficiencia energética del anterior Gobierno, que ha subido un 150% el término fijo de la tarifa eléctrica cortocircuitando toda señal económica positiva para los consumidores más eficientes e, inclusive, impidiendo modular su gasto a las familias en dificultad para pagar las facturas energéticas.
Junto a un uso más racional de la energía, por lo tanto, en 2015 el sistema eléctrico nos ha enseñado que si queremos bajar el precio de la electricidad necesitamos más renovables y menos carbón o nucleares.
También lo afirma la Agencia Internacional para las Energías Renovables (IRENA), que ha calculado que duplicar las renovables en el mundo no sólo nos acercaría al objetivo de mantener el aumento de la temperatura del planeta en límites seguros, sino con enormes beneficios económicos: 1,3 billones de euros.
El mundo de la energía está cambiando a gran velocidad y está poniendo cada vez más fácil cumplir el compromiso con el clima adquirido en París. Lo único que tenemos que hacer es derribar las barreras que impiden que todos los beneficios de las renovables, el ahorro y la eficiencia energéticos lleguen a la ciudadanía. Este ha de ser el primer paso en España para el Gobierno que se forme: derogar la reforma del sistema energético de 2013, el Real Decreto de Anti-Autoconsumo y devolver estabilidad regulatoria a las renovables.
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