“Reducir en un 50% las emisiones causadas por la movilidad urbana y metropolitana en 2030 frente a los niveles de 2012”. Este es el compromiso asumido por Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Zaragoza, Málaga, Murcia, Bilbao, A Coruña, Oviedo, León y Santiago de Compostela, tras la campaña arrancada por Greenpeace hace solo unos meses y que ha contado con un gran respaldo de los grupos de voluntarios para su puesta en marcha.



Por el momento son estas ciudades las que se han sumado, pero también se está en conversaciones con Palma de Mallorca y Cádiz. Greenpeace confía en que tanto estas últimas, como el resto de municipios de más de 50.000 habitantes, se vayan sumando durante las próximas semanas.

Con esta iniciativa se pretende marcar el camino a las políticas de movilidad y urbanismo que lleven a cabo en los próximos 14 años, e implica asumir, por primera vez, un objetivo homogéneo de reducción de gases de efecto invernadero para la movilidad urbana. Algo que no existía hasta el momento y que resulta crucial para cumplir con el Acuerdo de París: actuar también de manera relevante en el transporte, el sector que peor comportamiento ha demostrado y al que menos se le ha exigido en los planes de acción y los objetivos de reducción adoptados; tanto a nivel global, como europeo o estatal.

Cumplir con este objetivo implica adoptar medidas que transformen significativamente la manera en la que nos movemos por nuestras ciudades y áreas metropolitanas. Así, y según el estudio que publicamos hace tres meses, lograrlo implicaría reducir en un tercio los coches que actualmente circulan por nuestras ciudades, incrementar la ocupación media de los medios de transporte público y avanzar hacia una mayor electrificación y un aumento de la eficiencia de todos los medios de transporte.

Lo bueno, es que esta transformación de nuestras ciudades y sistemas de movilidad no sólo tendrá efectos positivos para el clima, sino también en la calidad de vida de las personas, ya que evitaría una parte considerable de las 33.000 muertes prematuras como consecuencia de la contaminación atmosférica, y haría de nuestras ciudades lugares mucho más habitables que en la actualidad, al reducir por ejemplo las 73.000 personas víctimas de accidentes de tráfico que tuvieron lugar en 2012 en nuestras ciudades o los impactos causados por el ruido de los coches.

La consecución de este compromiso por tantas ciudades españolas, que se espera hagan de palanca para que otras se vayan sumando, marca el inicio de una Semana Europea de la Movilidad en la que Greenpeace y sus grupos de voluntarios tendrán un papel activo en reivindicar medidas ambiciosas para reducir los impactos ambientales y en la calidad de vida causados que el uso abusivo del coche provoca en nuestras ciudades.

La Semana de la movilidad tiene lugar 10 meses después de que se firmara el Acuerdo de París y sin que se haya visto, desde entonces, ningún tipo de avance en políticas o acciones para reducir emisiones. Con esta iniciativa se demuestra así que las ciudades, donde se produce el 70% de todas las emisiones, pueden liderar la acción contra el cambio climático por sí mismas sin esperar a los grandes acuerdos internacionales o a que se aprueben medidas de índole estatal.