Londres, 13 de abril (IPS).- La diplomacia creativa puede ser la única vía de salida para la crisis entre Irán e Israel a propósito del programa nuclear iraní, y la única forma de romper la hipocresía que domina la política internacional en las cuestiones relativas al control de armamento nuclear, quiénes lo tienen, y quiénes son acusados de desarrollarlo. De otra forma, la reunión de alto nivel de este fin de semana sobre el programa nuclear iraní probablemente sólo sea otra oportunidad perdida.

¿Quiénes se reúnen en Estambul a partir de mañana sábado? Irán, y el grupo llamado “P5+1”, es decir, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (y únicos estados con armas nucleares “legítimas” de acuerdo al Tratado de no Proliferación, TNP: Estados Unidos, China, Rusia, Francia y el Reino Unido), más Alemania.

La historia colectiva de este grupo de países en relación con Irán e Israel está marcada por la complejidad, los problemas y, en lo que se refiere a las armas nucleares, la más absoluta hipocresía. No hay una solución sencilla para salir de esta situación. Lo que se necesita es un ejercicio de diplomacia creativa en la que todas las partes aporten algo real, y en la que todos estén dispuestos a ceder en algo con tal de alcanzar la paz.

Sólo cuatro países en el mundo están fuera del TNP: Israel, India y Pakistán, que nunca lo han firmado, y Corea del Norte, que se retiró de él.

En relación con los dos principales actores de este problema, queremos afirmar. Primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu: si Israel se une al TNP, será una oportunidad para romper con su tradicional política de “ambigüedad” sobre el programa nuclear, poner las instalaciones bajo salvaguarda internacional y comenzar a desmantelar el programa. Así Israel puede ayudar a acabar con la hipocresía en esta cuestión y empezar a crear relaciones de confianza con sus vecinos. Israel no necesita armas nucleares: no son una garantía de seguridad, sino al contrario, una influencia desestabilizadora para toda la región de Oriente Medio. Y al presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad: Irán también puede desmantelar todo su programa nuclear y optar en su lugar por sistemas de energía inteligente, energías renovables y eficiencia energética. Esto no es retórica barata. Puede hacerse, y sería lo más beneficioso para el pueblo iraní.

En 2007, el barco de Greenpeace Rainbow Warrior llevó a cabo un tour para promover un Oriente Medio libre de programas nucleares y así reducir la amenaza que estas armas suponen para la región y la posibilidad de una guerra con armas de destrucción masiva.

Greenpeace también ha elaborado estudios que demuestran que una combinación de sistemas energéticos descentralizados, uso de energías renovables y eficiencia energética permitirían a Irán reducir su dependencia de los combustibles fósiles, acabar con su programa nuclear, y satisfacer las necesidades de desarrollo de su gente.


Además, nuestros activistas se manifestaron delante del Parlamento israelí, argumentando que los programas nucleares y las armas nucleares, en cualquier país, provocan proliferación de armamento y minan la seguridad regional.

¿Y qué pasa con el llamado P-5? La dura postura negociadora que mantienen en cuanto al programa nuclear iraní se merece un análisis. Se trata de los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Son una prueba por tanto de que, hasta ahora, las armas nucleares han proporcionado a los estados un sillón en la mesa donde se decide sobre la seguridad global y, por tanto, sobre el poder mundial. ¿Por qué, si no, mantendrían todavía esa “silla” el Reino Unido y Francia? ¿Qué derecho tienen a discutir sobre ataques ilegales o, como ellos dicen, “preventivos” sobre otro país?

En conjunto, representan más de cuatro décadas de mala fe. Bajo los términos del TNP, prometieron avanzar en el desarme nuclear, a cambio de que los demás países signatarios se comprometieran a no desarrollar armas nucleares. Se comprometieron a deshacerse de sus arsenales nucleares, y no lo han hecho. Por el contrario, continúan invirtiendo en ellos, continúan modernizando sus armas nucleares y los mecanismos de lanzamiento, y continúan por tanto minando todos los esfuerzos internacionales de no proliferación.

Antes de acusar a Irán de engañarles, los países que tienen armas nucleares deberían pararse un poco y reflexionar. En realidad, el gran trato de “átomos para la paz” que constituye el núcleo del TNP fue siempre una mentira peligrosa. Se trató de un acuerdo diplomático por el cual los países que no tenían armas nucleares se comprometían a no tratar de obtenerlas, a cambio de apoyo para desarrollar la energía nuclear con fines pacíficos. Una fuente de energía que se suponía limpia, segura y confiable, aunque resultó ser sucia, peligrosa, y cara. Y a este pacto se unió Irán, aunque nunca lo hizo Israel.

La energía y las armas son las dos caras de la moneda en la tecnología nuclear. No puedes tener una sin otra. Y ningún acuerdo, tratado internacional o régimen de inspecciones podrá impedir la tentación de que un país con energía nuclear quiera, en algún momento, obtener armas nucleares. Se puede dificultar, pero no se puede hacer imposible. Al igual que cada reactor nuclear presenta gravísimos riesgos de seguridad, cada programa nuclear presenta riesgos de proliferación. La tentación de obtener estas armas para incrementar tu poder, entrando en el “equilibrio” de la destrucción mutua asegurada, siempre estará ahí.

El mundo no necesita energía nuclear. Los informes de Greenpeace sobre la Revolución Energética, desarrollados a lo largo de muchos años con destacados científicos e ingenieros, muestran que podemos evitar el cambio climático, poner fin a la energía nuclear, y hacer la transición a un sistema energético limpio, basado en fuentes de energía renovables e inteligentes, y en un uso eficiente.

Cuando acaba de cumplirse el primer aniversario de la crisis de Fukushima, es importante destacar que lo más grave de esta crisis fue causado por la acción humana, al no tener en cuenta los riesgos y fallos que son inherentes a la energía nuclear, incluso la de uso civil. El terremoto y el tsunami que le siguió fueron desastres naturales, pero una cultura industrial que pone los beneficios antes que la seguridad fue lo que dejó al pueblo japonés, y al mundo, vulnerable a accidentes de este tipo. Así que ahora, a pesar de su supuesta fiabilidad, Japón solo tiene en operación una central.

Es difícil ver cómo cualquier plan que contemple bombardear Irán para que se someta puede tener otro efecto que agravar todavía más el problema e iniciar una fase nueva y más peligrosa del conflicto en Oriente Medio. The Economist, entre otros medios de comunicación, ha reconocido que ningún bombardeo puede detener el programa nuclear.

Sólo un mundo libre de tecnología nuclear puede servir de base para construir la confianza necesaria para alcanzar la paz. Así que en su reunión de Estambul, los gobiernos presentes deberían hacer algo real para salir de este ciclo inacabable de hipocresías, acusaciones y contra-acusaciones, y dar pasos reales hacia la paz.
 

Si nos preocupa realmente la seguridad humana, si estamos preocupados por la seguridad de nuestros hijos y nietos, deberíamos orientar todas nuestras inversiones hacia opciones energéticas sostenibles, limpias y renovables. Hasta ahora, nuestra aceptación de la energía nuclear (base sobre la que se sostiene la proliferación) y nuestra dependencia de fuentes energéticas basadas en combustibles fósiles, han sido las mayores fuentes de conflicto, de guerras, y de políticas exteriores erradas.

Así que a todos ellos, y especialmente a Benjamin Netanyahu y Mahmoud Ahmadinejad, sólo cabe decirles esto: aquellos a quienes les debemos la conservación del mundo que hemos heredado, y que son a la vez las principales víctimas de guerras y sanciones –nuestros hijos- se merecen un futuro libre de las amenazas de los accidentes nucleares y de la guerra nuclear.


Kumi Naidoo, director ejecutivo de Greenpeace Internacional