¡Qué desastre! Son seis los kilómetros de playa donde ya ha llegado el vertido. Ha llegado al Rinconcillo, a Getares, a Punta San García y a Punta Carnero. Se han recogido en las playas 23 toneladas de residuos de aceites, arenas y agua. La Bahía de Algeciras, de nuevo, se cubre de negro.

Como, de nuevo, el vertido ha entrado de lleno en el Parque Natural del Estrecho, habitat de especies, como la Patella ferruginea o Lapa gigante. No le ha pasado nada, dicen. Esto siempre lo dicen. La Patella está bien. ¿Qué diría ella si pudiera?

Mientras la actividad portuaria sigue creciendo y el número de barcos aumentando, igual que la cantidad de hidrocarburos que se mueven por la Bahía de Algeciras. La acción política útil, sin embargo, no se ve. Cada vez que hay un vertido al mar en la Bahía empiezan a gritarse de una orilla a otra, para ver quién ha tenido la culpa. Quién es más irresponsable. Quién es más “negligente”. O quién es, en resumen, peor. No se ven grandes respuestas para la ciudadanía más que unas dosis de voceríos entre comunidades rivales. Si no vemos respuesta, hablar de soluciones ya me parece muy osado. 

La clase política se ha quedado estancada aquí, en el griterío al vertido enemigo. Salvo cuando el vertido viene de su orilla, que el papel que se interpreta es otro. El diálogo, la colaboración, las sinergias, la protección del entorno y de la salud, y la ciudadanía como prioridad, parecen haber quedado fuera de lugar. ¡Qué desastre! 

Por cierto, gracias a las organizaciones ecologistas del Campo de Gibraltar y de Gibraltar. Como, AGADEN, cuyo esfuerzo, rigor y compromiso es imprescindible en la lucha por la protección ambiental y de salud en la Bahía de Algeciras.

Sara del Río (@saradrio), responsable de la campaña de Contaminación de Greenpeace

(Fotografías cedidas por AGADEN)

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