Desolados todavía ante el incendio que está afectando desde el sábado al entorno de Doñana, en Huelva, no podemos más que lamentar los daños que se están produciendo y recordar la necesidad de una respuesta coordinada y global ante la nueva generación de incendios forestales que, como señalan los expertos, serán cada vez más frecuentes en un futuro próximo.



Y para esta nueva respuesta necesitamos entender bien el problema al que nos enfrentamos. Y necesitamos más y mejor información. Podemos empezar evitando las simplificaciones: los incendios se apagan en invierno, el monte está sucio, quieren recalificar los terrenos, hay que aumentar las penas a los incendiarios, la culpa es de los pinos y eucaliptos y hay tramas políticas detrás de los incendios, etc.

Producto de la escasa información, la rabia o la impotencia y la falta de tiempo, estos y otros lugares comunes (topicazos) circulan con frecuencia en declaraciones, medios de comunicación y redes sociales. A veces, las menos, algunas de estas frases o ideas tienen algo de sentido y explican una parte, pequeña, de la realidad. Otras veces las simplificaciones se convierten en chivo expiatorio, en bulos, en argumento simplón pero que todo lo explica, y circula por las redes sociales provocando confusión y desinformación.

Y a veces, y esto es más grave, sale de la boca de nuestros responsables políticos poniendo en evidencia lo poco que se conoce sobre esta problemática. Ojala fuera todo tan sencillo y pudiéramos culpar a algo a alguien.

Sea al cambio climático o al abandono rural; a los conflictos en el territorio o a la falta de inversión en gestión forestal preventiva; a la ordenación del territorio o la pervivencia del uso del fuego en el medio rural; o sea al rayo, al incendio natural, al fuego que ha modelado nuestro paisaje durante miles de años de evolución.

El cuerpo nos pide una argumento fácil, una explicación sencilla, una frase o concepto que lo resuma todo. Algo que explique lo que está pasando. Frente a la simplificación, en Greenpeace hemos asumido la responsabilidad con el problema y rechazamos elaborar hipótesis prematuras sobre el origen del fuego, alimentar tramas o dar credibilidad a los bulos. Hemos optado por firmar el Decálogo de Incendios Forestales de la Fundació Pau Costa en la que se defiende que la sociedad debe conocer, entender y asumir que el fuego y los incendios siempre han estado aquí, y que, junto con el ser humano y sus aprovechamientos agrícolas, ganaderos y forestales, es responsable del paisaje peninsular actual y de su biodiversidad.

Que la eliminación total de los incendios no es posible; es simplemente una batalla perdida y un sumidero inagotable de recursos públicos.

Frente a este tipo de incendios y las emergencias civiles simultáneas que suponen, los dispositivos de extinción se demuestran ineficaces sea cual sea su dimensionamiento. Por ello, es necesaria una estrategia de comunicación que, asumiendo esta realidad, genere una responsabilidad personal, social e institucional compartida.

No nos queda otra que empecemos a aprender más sobre este tema y preparar a nuestra sociedad y nuestro territorio por lo que vamos a tener que convivir. Y dejemos de lado tanto topicazo.