Que las temperaturas superen los 30 grados e incluso alcancen los 40 en diversos lugares de España a estas alturas del año no parece muy normal. Inevitablemente, cuando el calor aprieta, y más si es a destiempo, surge la lógica pregunta: ¿ya está aquí el cambio climático?



Primero conviene aclarar que ningún fenómeno meteorológico aislado (olas de calor, inundaciones, temporales, sequías…), por muy intenso que sea, explica ni demuestra por sí mismo el cambio climático. Porque una cosa es la meteorología y otra el clima. El clima es el conjunto de variables meteorológicas agregadas en el tiempo que caracterizan un lugar (o el planeta en su conjunto).

Por tanto la respuesta al cambio del clima no hay que buscarla en los sucesos aislados sino en los informes científicos. Y ahí encontramos que, desgraciadamente, la respuesta es contundente y afirmativa: El clima está cambiando, de manera acelerada, y debido a la actividad humana. Los datos se acumulan y los científicos los han procesado para llegar a esta conclusión.

Por ejemplo, una nueva investigación publicada recientemente en la revista científica Nature Climate Change que afirma que el 75% de los eventos de temperaturas extremas y el 18% de los grandes aguaceros son atribuibles al cambio climático.

Los seres humanos usamos cada vez más energía. La obtenemos mayoritariamente quemando combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas). Su uso está en máximos históricos. Al quemar estos combustibles, se libera CO2 a la atmósfera. La cantidad de CO2 en la atmósfera (más de 400 partes por millón) es más elevada que nunca desde que existe el ser humano en la Tierra. Y la acumulación de CO2 y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera hace que suban las temperaturas, que nunca habían sido tan altas: 2014 ha sido el año con la temperatura media del planeta más elevada y 14 de los 15 años más calurosos, desde que se llevan midiendo temperaturas, han sido en este siglo XXI.

Los científicos nos advierten que la temperatura media no debe llegar a subir 2 grados. Pero al ritmo actual de consumo de combustibles fósiles, habremos sobrepasado ese umbral en menos de 18 años, es decir, antes de que los bebés que nacen hoy alcancen la mayoría de edad para poder influir en la política. La decisión es de nuestra generación.

Y la contradicción es flagrante: mientras las multinacionales se afanan en buscar y extraer más combustibles fósiles, para no sobrepasar el límite de 2 grados no podríamos quemar ni una quinta parte de las reservas que ya existen.

Así que vivimos en un planeta enfermo, que manifiesta su enfermedad con fiebre cada vez más alta. La enfermedad que padece es una adicción: lo hemos hecho adicto a los combustibles fósiles. Urge por tanto un tratamiento desintoxicador: una transición justa a un mundo con energía 100% renovable para todos, para poder llegar a emisiones cero antes de fin de siglo. Eso es lo que vamos a exigir durante todo el año, para que los gobiernos lo traduzcan en compromisos firmes en la Cumbre del clima de París.

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