Una de las características de Greenpeace ha sido siempre “ser testigo”. Estar allí donde se producen los problemas ambientales, muchas veces donde nadie más llega o en zonas poco accesibles para los medios de comunicación.

El océano Índico es uno de esos lugares remotos y extensos donde pueden suceder muchas cosas sin ser vistas. No hablamos solo de ilegalidades. Los mares son un claro ejemplo de cómo la sobrecapacidad de las flotas europeas o asiáticas se va moviendo hacia nuevos caladeros una vez que han agotado los suyos. Según cómo se haga, la conquista de nuevos caladeros es legal, pero no implica que esté bien hecha.

El Rainbow Warrior lleva navegando por este océano desde principios de septiembre. Ahora se encuentra rumbo a las Maldivas, pero comenzó el tour en aguas de Mozambique, donde colaboramos con el Gobierno de ese país para ayudarle a patrullar sus aguas. Durante dos semanas se cubrieron más de 130.000 km2 en las que se inspeccionaron cuatro barcos. Gracias a esta colaboración los inspectores pudieron llegar a zonas a las que nunca acceden debido a la escasez de recursos económicos. Y es que esta historia se repite en muchos países con pocos recursos que ven cómo las flotas extranjeras explotan sus aguas sin que puedan realizar un control adecuado, quedando expuestas a la pesca ilegal. De hecho, según la FAO, el 18% de las capturas que se realizan en el Índico son ilegales.

La pesca estrella en estas aguas es la de atún blanco o bonito del norte (sí, ¡el bonito del norte puede venir del Índico!), de atún patudo, de pez espada y también la pesca de tiburones para la venta de sus aletas mediante la deplorable práctica del “finning” o “aleteo”. Atunes, tiburones y otras especies son capturadas de forma indiscriminada por los atuneros.

Tras Mozambique llegó la travesía hasta las islas Mauricio. A su paso por la reserva marina de Chagos, encontramos dos barcos con bandera de Sri Lanka pescando atún de forma ilegal que fueron reportados a las autoridades del Reino Unido.

Pero también hay una historia de personas. Las tripulaciones se repiten: filipinos, vietnamitas e indonesios. Trabajan dos años seguidos en el mar, con brevísimas paradas en puerto. 14 horas al día, soltando el palangre, recogiendo la captura, cortando aletas... por 250 dólares al mes. Cada atún blanco se vende por 75 dólares y pueden capturar al día entre 20 y 80 (además de tiburones y otras especies). No hay que echar muchas cuentas para ver que aquí alguien está ganando mucho dinero.

Si miramos hacia tierra, todos estos estados costeros e isleños tienen en común un gran recurso como es el océano, pero codiciado por quienes ya han sobreexplotado sus propias aguas. Una correcta gestión de estas pesquerías implicaría un pesca sostenible, selectiva y que se repartan de forma justa los recursos, priorizando el acceso para aquellos que pescan de una marena sostenible y con el menor impacto asegurando así el recurso para las generaciones futuras. El 50% de la ingesta diaria de un maldivo es pescado. Si desaparece, ¿qué comerá? ¿Qué comerán sus hijos?

En la carrera de la sobreexplotación de los océanos pierden los peces pero también las personas.

Consume de forma responsable. ¡Conoce el origen de lo que comes y qué impactos tiene!

 

Entrada de blog por Elvira Jiménez (@elvirajn) y Paloma Colmenarejo (@PalomaColme), responsables de la campaña de Océanos de Greenpeace España.