La próxima semana, los socialistas europeos se enfrentan a una votación en el Parlamento Europeo que se reúne en Estrasburgo: la votación del Acuerdo Económico y Comercial Global entre la Unión Europea y Canadá, más conocido como CETA.



El PSOE y el resto de los socialdemócratas europeos están ante una encrucijada. O seguir apoyando acuerdos comerciales negociados a la medida de los intereses del poder financiero y empresarial o apoyar una agenda multilateral que tenga en cuenta que vivimos en un planeta donde algunos de sus límites físicos han sido ya sobrepasados. Una agenda multilateral que ponga énfasis en el cumplimiento del Acuerdo de París, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y otros acuerdos multilaterales que buscan sujetar las riendas al caballo desbocado de la globalización.  

Porque la globalización necesita normas y más estrictas para evitar que sigamos aumentando la emisión de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático. Y no sólo en temas ambientales.

Necesitamos que los socialistas europeos promuevan una nueva política de acuerdos comerciales y una agenda multilateral que acabe de una vez con los paraísos fiscales, luche contra evasión fiscal, implante la Tasa Tobin, evite la impunidad de las multinacionales, limite el comercio mundial de armas, combata el dumping social y la deslocalización, acabe con la pauperización del trabajo y defienda el carácter público de los servicios esenciales.

Pero los acuerdos comerciales de nueva generación como el TTIP (entre la UE y EE.UU.), el CETA (entre la UE y Canadá) y el TISA (acuerdo comercial sobre servicios, bajo la OMC), caminan en la dirección de la desregulación y el desorden. Negociados en la sombra y la tutela de los lobbies empresariales, estos acuerdos comerciales traen menos normas, menos control y más crisis futuras bajo eufemismos como la “eliminación de barreras no arancelarias”, “cooperación reguladora”, “reconocimiento mútuo” o “armonización”. Y siguen la línea de aumentar el comercio transatlántico a toda costa y, además, de productos altamente contaminantes, como las arenas bituminosas de Canadá. Más cambio climático.

Durante las negociaciones del acuerdo entre la UE y Canadá se realizó una Evaluación de impacto sobre la sostenibilidad (SIA) del CETA. Si bien el mandato de la negociación de este acuerdo exigía que los resultados de esta evaluación se incorporaran al proceso de negociación, no hay nada en el texto del acuerdo que muestre que esto se haya hecho. El SIA predice impactos ambientales negativos para la agricultura, la contratación pública, las inversiones, sectores energéticos (las contaminantes arenas bituminosas) y el sector de la minería. ¿Hay previstas políticas de cohesión social que minimicen el impacto negativo sobre algunos sectores económicos? ¿Están incluidos los compromisos del Acuerdo de París para la lucha contra el cambio climático? No.

Greenpeace publica hoy un documento donde analiza el contenido del CETA a la luz de los “Diez principios progresistas del S&D para una nueva era de acuerdos comerciales”, documento elaborado por la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo (grupo socialdemócrata o S&D). Dicha evaluación concluye que el CETA incumple estos diez principios y que, por tanto, este grupo abandonaría sus principios si decide votar a favor de la ratificación del CETA el próximo 15 de febrero en Estrasburgo.

¿Qué van a hacer los eurodiputados socialistas españoles en el Parlamento Europeo el próximo 15 de febrero? ¿Apoyarán una mejor gobernanza mundial y una globalización regulada o se fundirán en un abrazo con el liberalismo económico que supone el CETA?