El deshielo del Ártico

“¿Soy un activista si lucho por garantizar un futuro a mis nietos? Entonces lo soy”. Estas palabras las pronunció recientemente James Hansen, un científico estadounidense que nació en 1941 en el seno de una familia conservadora y que a lo largo de su carrera trabajó de investigador en instituciones tan prestigiosas como la NASA o la Universidad de Columbia.

Hansen, que ha contribuido enormemente a las investigaciones en materia de cambio climático, no se ha identificado nunca con la figura del activista y ni siquiera se permitía utilizar su perfil público como científico para difundir el resultado de sus investigaciones. Sin embargo, los asombrosos avances del cambio climático hicieron que en 2004 rompiera ese pacto consigo mismo y, después de 15 años de trabajo en la sombra, diera una conferencia sobre la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, criticando a la administración Bush por su falta de compromiso al respecto. No estuvo solo en esta charla, pues sus nietos participaron ayudándole a exponer de una forma gráfica las causas y consecuencias de la crisis climática.

Imagen aérea del Ártico

Tenía claro que el planeta estaba llegando a su punto de inflexión: el deshielo de los polos y los glaciares, el aumento de las temperaturas medias, el estrés de multitud de especies al borde de la extinción y millones de personas azotadas por fenómenos meteorológicos extremos eran muestras claras de ello. Era urgente restablecer el equilibrio y para ello debía dejarse de quemar carbón y petróleo para invertir en energías renovables. Lo sabía él, lo sabían los políticos y lo sabía cualquiera que se molestara en informarse mínimamente... Entonces, ¿por qué no se pasaba a la acción?

Catorce meses después de la primera conferencia ante los medios, llegó la segunda, esta vez para  exponer las implicaciones políticas y económicas de la lucha contra el cambio climático y criticar a la industria de los combustibles fósiles por financiar el negacionismo y sembrar la duda sobre un tema tan serio. Sus nietos no le acompañaban en esta ocasión pero tenían un papel mucho más importante: se habían convertido en el motor de su trabajo desde que se dio cuenta de que no podía  explicarles que su futuro estaba en peligro sin empezar a hacer todo lo posible por ayudarles.

Empezó a escribir a los políticos y a viajar por todo el mundo y se sorprendió ante lo que estaba sucediendo: había un conocimiento absoluto de la gravedad de la crisis climática pero potentes intereses económicos impedían pasar a la acción. Los gobiernos de todo el mundo, cuya responsabilidad es garantizar el futuro de las generaciones venideras, estaban centrados precisamente en lo contrario: añadir ceros a las cuentas corrientes de las grandes petroleras. Incluso los gobiernos más verdes, punteros en muchos otros temas relacionados con la ecología, preferían estar del lado del sector de los combustibles fósiles que del de la ciencia en esta cuestión.

El sector petrolero marcaba los pasos a la política climática y por un momento creyó que la lucha estaba perdida. No había otro lobby tan poderoso como el del dinero... ¿o sí? Se dio cuenta de que los mayores avances sociales se han conseguido, a lo largo de la historia, con otro poder diferente del del dinero: el de la gente.

Hoy está convencido de que si la ciudadanía se involucra de forma masiva en esta lucha será posible frenar el cambio climático a tiempo, porque somos muchos y cada uno es importante en la tarea de devolver la cordura a nuestros políticos. “¿Es esto activismo?” Se pregunta. “¡Entonces estoy orgulloso de formar parte de él!”

La versión completa de este ensayo titulada “Activismo” se publica en el libro “Th Day After Tomorrow” (El día después de mañana) del Dr James Hansen.

Aida Vila, campaña de cambio climático