Aunque es mejor ser precavida y no lanzar las campanas al vuelo, las noticias que nos llegan de Japón indican el duro golpe que está recibiendo la industria ballenera y que el fin de la caza de ballenas parece ser cada vez más una realidad. La única pregunta es cuándo.

El pasado diciembre, la Agencia de Pesca de Japón (APJ) reconoció públicamente la malversación de fondos dentro de la industria ballenera. En la televisión pública, un responsable de esta agencia pidió disculpas públicamente y realizó una reverencia, algo que en Japón es un gesto muy significativo y poco usual. En esta disculpa pública, explicó que cinco funcionarios de la APJ serían sancionados por aceptar “obsequios” de carne de ballena por valor de 2.200€.

Un apunte, Junichi y Toru fueron condenados en septiembre de 2010 al exponer esta trama que ahora se ha reconocido públicamente. Uno de los cargos fue el robo de una caja con carne de ballena por valor seis veces menor al que han aceptado los funcionarios sancionados. Junichi y Toru han tenido un juicio y pena de cárcel, los funcionarios no.

Tras esta disculpa pública, la APJ ha enviado un aviso oficial a dos altos cargos. Uno de ellos es Jun Yamashita, conocido por su papel de negociador en las reuniones de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), incluyendo una reunión el pasado noviembre con países pro-industria ballenera. Tras este aviso, Yamashita ha abandonado la APJ. Sin duda, las ballenas pueden dar aletazos de alegría por esta dimisión.

Fuera del marco político, en los mercados y en la calle, a pesar de los intentos publicitarios para relanzar el consumo de carne de ballena, lo que hace dos generaciones era un producto habitual en colegios y supermercados, prácticamente ha desaparecido. De hecho, la carne congelada se acumula en los almacenes alcanzando un máximo histórico, y la venta ha caído de nuevo un 30%, tal y como reconoce la propia industria. La inviabilidad económica es evidente y la población japonesa, impactada por el escándalo de corrupción, comienza a ser consciente de que la caza de ballenas no tiene sentido y no beneficia a su país.

El juicio de Junichi y Toru, la disculpa y sanciones y dimisiones de la APJ, el revuelo mediático en torno a la corrupción del programa ballenero y los malos datos económicos indican que la industria ballenera se encuentra en una espiral de decadencia de la que no parece que vaya a salir.

La campaña contra la industria ballenera japonesa está dando resultados y esperamos poder decir pronto que este capítulo “histórico” para Greenpeace llega a su fin.

Elvira Jiménez, campaña de Océanos de Greenpeace