Las espadas están en todo lo alto. Bruselas expondrá el miércoles que viene sus objetivos sobre el clima y la energía para 2030 y, si las cosas no cambian, ni mejorará el clima ni el sistema energético europeo.
Para salvar el clima hace muchos años que sabemos que hay que reducir drásticamente las emisiones de CO2, pero la Comisión Europea baraja una reducción de únicamente el 35%, aunque según sus propios análisis (Impact assessment for a 2030 climate and energy policy framework) saben que las emisiones se reducirán hasta un 32% sin hacer nada. Por lo tanto, elevar el objetivo un poquito, hasta el 40%, que es lo que parece que como mucho propondría la CE y es lo que apoya el gobierno español, no supondría esfuerzo alguno y no sería ni de lejos suficiente para que la UE cumpla con la justa parte de las reducciones de las emisiones mundiales, cuando lo que está en juego es ni más ni menos que el futuro del planeta.
Si fuera este el verdadero motivo que se persigue, entonces el objetivo debería ser reducir las emisiones en al menos un 55%, como defendemos entre otros las organizaciones ecologistas. Pero enfrente se encuentra el poderoso lobby de la asociación de empresas europeas Business Europe, que no quiere que la UE asuma nuevos compromisos con el clima.
Pero no es del todo exacto decir que las emisiones se reducen “sin hacer nada”. Las emisiones se reducen en buena medida porque en la UE el 14,4% del consumo de energía procede de las energías renovables, y estas han conseguido la mitad de los ahorros de CO2 conseguidos desde 2008 a 2012.
A pesar de saber esto, la Comisión no parece dispuesta a proponer un aumento sustancial de las energías renovables, e incluso hay muchas presiones para que no proponga objetivo alguno sobre ellas, posición encabezada por las grandes eléctricas. Según los informes de la CE, las renovables alcanzarán una cuota del 24% en ausencia de cualquier política, y este es precisamente el objetivo que la CE propondría, un objetivo que aunque ya está virtualmente conseguido quieren que sea voluntario. Hacer las cosas voluntariamente no es nada práctico porque genera inseguridad para las inversiones e impide que se reduzcan los costes de financiación, y ellos lo saben, pero argumentan que si los objetivos son obligatorios esto aumentará los precios para los consumidores, aunque también saben, pero esto no lo dicen, que la alternativa del sistema actual alimentado por combustibles fósiles y energía nuclear no es ninguna ganga. Ambos sectores absorbieron un total de 60 mil millones de euros en subvenciones públicas, el doble que lo ofrecido a los productores de energía renovable.
Las propias cifras de la Comisión muestran que si los objetivos fueran vinculantes en el caso de las renovables y la eficiencia energética podrían sumar medio millón más de puestos de trabajo en el año 2030. Todo esto además de los 1,2 millones de puestos de trabajo que la industria renovable ya ha creado en la UE en medio de la peor recesión en un siglo.
Por eso desde Greenpeace y un amplio abanico de fuerzas sociales, empresariales y políticas, defendemos que la Unión Europea debe adoptar un objetivo obligatorio de cubrir con fuentes renovables al menos el 45% de las necesidades energéticas totales en 2030.
Pero tal como van las cosas, el enfoque de la Comisión para el sistema energético de Europa y su impacto en las personas y el medio ambiente se está convirtiendo en una farsa. Cualquier pretensión de verdadera ambición se perdió hace meses, pero la Comisión no ha dejado de dar marcha atrás. Lo que hay sobre la mesa es el resultado de las presiones del Reino Unido y de los intereses de las inversiones francesas en la energía nuclear. A menos que algo cambie, la Comisión podría estar impidiendo que sus ciudadanos consigan un medio ambiente limpio, seguro y que ofrezca puestos de trabajo.
Raquel Montón (@raquelmonton) - Responsable de la campaña nuclear de Greenpeace