La vida a bordo continua su curso normal. Cada día trabajamos desde las 8 de la mañana hasta las 17h. Nuestro trabajo consiste en el correcto mantenimiento del barco. Por la mañana limpiamos todas las zonas comunes del navío y separamos la basura. En este momento somos 32 personas a bordo por lo que se genera bastante basura. Toda esta basura la separamos en distintas categorías: plásticos, papel, cartón, vidrio... Así, cuando lleguemos  a puerto la llevamos a una planta de reciclaje. Intentamos reducirla lo máximo posible, ya que en un barco el espacio es limitado y dadas las características de nuestro viaje casi pasarán 3 meses hasta que lleguemos a una ciudad donde podamos dejar los residuos.

Casi a diario trabajamos en sacar las capas de óxido que hay en cubierta y en pintar para evitar la corrosión. Tenemos que cuidar el funcionamiento de winches, manivelas, grúas, puertas, ventanas, etc para lo cual engrasamos y usamos aceite siempre que es necesario, pero el viento, la nieve y las temperaturas bajo cero hacen a veces un poco difícil este trabajo. Pero mis trabajos favoritos son cuando usamos la grúa, bien sea para mover objetos pesados, para poner o quitar la pasarela para salir y entrar del barco o para lanzar la cámara submarina o los botes. Así que... ¡en cuanto oigo la grúa funcionar me asomo rápidamente para enterarme de cuál es el plan!

El  sábado pasado llegamos a un nuevo fiordo buscando un lugar con el mar en calma y poco viento para lanzar el ROV (remote operate vehicle) que todavía no habíamos tenido oportunidad de probar. El ROV lleva una cámara que nos permite obtener imagenes mucho más detalladas y dispone de control remoto, de modo que tiene más autonomía y nos permite dirigirla a los puntos que nos resultan más interesantes. En cambio la otra con la que hemos trabajado hasta ahora va arrastrada por el barco y rastrea el fondo según nuestro rumbo. Estamos filmando en latitudes y profundidades de difícil acceso y los datos que estamos obteniendo durante la campaña están siendo enviados a los grupos de científicos que trabajan en proyectos de mapear los mares del Ártico.

Estuvimos todo el fin de semana en ancla lo que nos permitió lanzar los botes para hacer un chequeo del lugar y cuál fue nuestra enorme y más grata sorpresa cuando vemos en la playa no uno, si no ¡¡¡dos osos polares!!! Caminaban cada uno para una dirección, pero estaban bastante cerca. Eran enormes y preciosos, igualitos que los que vemos en las fotos y documentales, pero a 100 metros de nosotros! Uno llevaba un collarín de esos que les ponen para conteo y seguimiento. En Svalbard hay como 60 osos con este dispositivo. Eran un macho y una hembra que caminaban olisqueando por la playa en busca de comida. Fue muy impresionante cuando uno de los osos se paró, alzó la cabeza y miró hacia nosotros. Nosotros estábamos en los botes, pero creo que a todos nos dio un vuelco al corazón cuando el oso se percató de nuestra presencia, ¡hasta 3 veces se paró para mirarnos! No queríamos molestar ni interrumpir su búsqueda de comida que ya la tienen bastante difícil, tampoco queríamos entrar en su menú, así que nos fuimos pronto, pero desde el barco también podíamos verlos con los prismáticos. Ese mismo día, en el mismo fiordo vimos también 2 ballenas durante bastante tiempo y cerca del barco, ¡fue un día realmente  espléndido!

El lunes por la mañana levamos ancla, vientos fuertes y grandes olas nos acompañaron hasta las aguas más resguardadas del Murchisonfjorden, donde esperamos poder seguir con nuestros estudios del fondo marino.

A bordo del barco Esperanza, en el Ártico, Tatiana Nuño Martínez, voluntaria de Greenpeace

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