El Ártico se derrite. Es una frase tan sencilla como dura. Aunque quizás por repetida comienza a perder su sentido de urgencia. Lo mismo que pasa con el hambre o los conflictos enquistados, que van perdiendo visibilidad, hasta que los asumimos como un dolor crónico que acompaña nuestras vidas. En estos días de sobreinformación, incluso las catástrofes humanitarias requieren de un punto de novedad para que les dediquemos nuestra atención. Y cuando se alargan, quedan relegadas al cajón de los recuerdos. A esa carpeta con asuntos pendientes que miramos de cuando en cuando, de reojo, porque nos da pavor abrirla.



El problema es que mirar a otro lado mientras el hielo se deshace, mientras perdemos el gran aire acondicionado del planeta, no parece una buena idea. Como no lo sería quedarse pasmados mientras se nos inunda el piso o se nos quema la casa. Tres cuartas partes del hielo flotante se han perdido en los últimos 30 años. Y todavía no nos decidimos a proteger este ecosistema único.

Vale, es complicado. Hay muchos intereses, tanto económicos como geoestratégicos. Muchos países que buscan su trozo del pastel y grandes corporaciones petroleras que se frotan las manos sabiendo que el uso masivo de combustibles fósiles seguirá acelerando un proceso, el deshielo, que les permitirá acceder a nuevas reservas de combustibles, alimentando este círculo de irresponsabilidad y beneficios. Las consecuencias, corren a cuenta de todos los que habitamos este planeta, que ya podemos ver en presente y primera persona un clima cada vez más cambiante, más extremo.

Pero que sea difícil, o lento, o que, a veces, pueda parecer imposible lograrlo, no nos debe llevar a dejar de actuar. El Ártico nos pertenece; su belleza, su función reguladora del clima, son cosa de todos. No podemos elegir. Simplemente lo necesitamos. Por eso tenemos que seguir luchando. Visibilizando primero lo que ocurre. Denunciando a quienes lo amenazan. Reivindicado su protección, como un acto de sensatez de la humanidad.

En junio tenemos una nueva oportunidad. Un organismo internacional, Ospar, decidirá si se establece un Área Marina Protegida en el océano Ártico, lo que supondría proteger casi un 10% y un primer paso en la buena dirección. 8 millones de personas hemos alzado la voz para pedirlo. Y seguro que más se unirán.

Con ese propósito, una expedición parte hoy hacia las aguas de Svalbard, en el Ártico noruego. Navegaremos durante ocho días a bordo del Arctic Sunrise, desde Holanda hasta alcanzar Longerbayen, en el corazón de esta tierra de roca y hielo.



Junto a nosotros viajan un periodista de PlayGround, y, por primera, vez dos youtubers. Sí, youtubers. Personas, que a través de sus vídeos, llegan a millones de usuarios y logran una enorme complicidad con sus espectadores, que conocen su día a día y esperan cada nueva entrega de sus vídeo-blogs como quien recibe una carta de un viejo amigo.

Youtubers como María Cadepe o Yellow Mellow, capaces de explicar en un fantástico vídeo mediante sencillos dibujos, el problema del Ártico.



Las llevamos para que sean testigos de la amenaza que sufre este ecosistema único. Y para que puedan acercarlo a sus miles de seguidores, jóvenes en su mayoría. Porque el Ártico también es suyo. Y porque ellos y ellas van a sufrir las consecuencias si lo perdemos.

Tenemos que seguir visibilizandolo, poniendo en imágenes la ausencia de hielo, explicando las consecuencias. Hasta que nos escuchen. No es una batalla a la que podamos permitirnos renunciar. Ayúdanos a seguir luchando por el Ártico.

¿Cómo?
Firma, difunde en tus redes o cuéntaselo a tus amigos/as. Ayúdanos a que el 24 de junio se de un paso para proteger la primera parte del Ártico