Puerta de la cárcel donde están los activistas de Greenpeace

Seguimos en Copenhage con el Rainbow Warrior. El 2010 ha empezado ya y Juantxo y nuestros otros tres compañeros siguen encarcelados. Nosotros no nos iremos de aquí hasta que los veamos salir por la puerta de la prisión. Siempre tratando de ser optimistas, nunca pensamos que terminaríamos el año en esta ciudad. Nos llevamos una gran  decepción cuando no los liberaron para Nochebuena. Ahora ha llegado otra decepcion más ya que tampoco conseguimos que pudieran empezar el nuevo año en libertad.

Da la impresión de que en Dinamarca la justicia ha cerrado la puerta y ha guardado la llave en un cajón por una temporada... Tener 21 días encarcelaods en régimen de incomunicación a personas que no han sido llevadas a juicio es contrario a la normativa en derechos humanos que, se supone, impera en los países “civilizados”. Es una gran vergüenza para este país a nivel internacional pero también a nivel local. Como prueba de ello, los numerosos daneses que se acercan al Rainbow y que han participado en actividades organizadas aquí nos expresan este mismo sentimiento ante la actitud de su gobierno. Ellos tampoco lo pueden creer.

Pero frente a esa impotencia que da la injusticia, es muy alentador el sentir la adhesión de tantísimas personas a nuestra causa.  Cada vez somos más pidiendo la inmediata liberación de los cuatro activistas. El número de cartas de solidaridad que reciben Juantxo y los otros tres detenidos no para de crecer. Sabemos que tenemos la razón y continuaremos luchando contra esta injusticia.

Así pues, decía, seguimos con el Rainbow en Copenhage. Y el fin de año ha llegado. Nosotros lo hemos despedido con una buena cena que Jem y Julia, cocineras voluntarias, nos han preparado. De esta forma, los platos principales han sido totalmente mediterráneos y el postre, inglés. Los últimos minutos del año los vivimos a la española. Poco antes de las 12 de la noche, subimos con las uvas al puente de mando. Allí Lesley, la tripulante más mayor  a bordo, marcó las 12 últimas campanadas del año mientras el resto nos comíamos las uvas. La campana que hicimos sonar es muy especial: estaba también en el puente de mando del primer Rainbow Warrior. Luego brindamos con champagne por el nuevo año y nos dimos abrazos y besos. No estábamos solamente la tripulación. Varios amigos han venido a compartir esos momentos con nosotros así que éramos unas veinticinco personas celebrando juntas el comienzo de un nuevo año. También volvimos a recordar a nuestros cuatro compañeros entre rejas y brindamos una vez más por ellos.

Un increíble mar de fuegos artificiales nos rodeaba y en lo alto estaba la luna llena. Era todo un espectáculo. Pasamos largo rato en cubierta disfrutando de él aunque hacía un frío que pelaba. Allí, mis cuatro compañeros me vinieron otra vez a la mente. Ellos estaban sin duda oyendo lo mismo que yo pero no creo lo pudieran estar viendo ¿o acaso tiene ventanas la celda? Traté, una vez más, de imaginarme como una de ellos ¿Qué se debe de sentir? ¿Qué se debe de pensar cuando empiezas el año encerrado en soledad? ¿Cómo deben de pasar los minutos, las horas? ¿y los días? Se me pone la piel de gallina imaginándolo. ¡Debe de ser tan duro!. Pero lo bueno es que seguro que ellos saben y sienten que tienen a tantas personas a su lado de forma incondicional. Aquí estamos y seguiremos estando, apoyándolos en todo momento.

No pudimos comernos las uvas con ellos, pero las dos botellas de cava que hemos reservado nos las vamos a beber con Juantxo, Nora, Christian y Joris. Será un brindis por el nuevo año y por la libertad.

En Copenhague, Maite Mompó y Ana Carla, marineras a bordo del Rainbow Warrior.