Entrada ya la segunda semana de negociación, las cartas empiezan a verse más claras sobre la mesa. La situación se resume del siguiente modo: los países industrializados más reacios a cualquier avance, entre los que se encuentran Australia, Canadá o los Estados Unidos, presionan para que no avance sobre los textos presentados la semana pasada por la presidencia de la Cumbre. De esta manera pretenden posiblemente volver a la casilla inicial, y evitar de ese modo que se alcance un acuerdo ambicioso.

Los países africanos hicieron ayer un movimiento, amenazando con abandonar las negociaciones si no se avanzaba en una de las cuestiones clave: la reducción de emisiones por parte de los países desarrollados. También los países isla han hecho oir su voz a lo largo de la primera semana, dando testimonio de la tragedia que supone para su supervivencia como países el cambio climático.

Pero, ¿dónde está la Unión Europea? Hasta el momento se ha mantenido en un papel discreto, poco visible. Pero ya no es posible seguir ahí. Es hora de que Europa se moje, y con ello incline la balanza hacia el lado de un buen acuerdo. ¿Qué se necesita?  La respuesta es esencial, y a la vez compleja. En primer lugar necesitamos una decisión sobre qué va a hacer Europa. En concreto hay una cuestión candente que no puede demorarse más, esta es si Europa se va definitivamente a mover hacia el  30% de reducción de las emisiones contaminantes. Sin ese movimiento es difícil que la Cumbre pueda salir del actual impasse.

Pero además aquí hace falta liderazgo. Son necesarias voces de los países industrializados que se levanten y hablen alto sobre su propia responsabilidad, y los compromisos que están dispuestos a asumir.

Los jefes de estado empiezan a llegar hoy mismo a Copenhague, y al mismo tiempo crece la presión sobre las ONG. Por un lado se va reduciendo el número de credenciales - ya se han rebajado a un tercio los pases para que los observadores de las ONG puedan entrar en el Bella Center - y por otro aumenta la presión policial para evitar protestas. Así que es ahora cuando los líderes europeos deben definitivamente expresar que están del lado de un acuerdo vinculante, justo y ambicioso. Si no lo hacen Europa habrá perdido definitivamente su liderazgo.

En Copenhague, Juan López de Uralde, director de Greenpeace