Supongamos que en el edificio en que vivo, estudio o trabajo se instala un tejado solar, o un pequeño molino. En España, quien invierta en una instalación de este tipo puede vender la energía que produce a la compañía eléctrica, que paga por esa energía un precio fijado por el Gobierno para apoyar la energía limpia. Como esta normativa no gusta a las compañías eléctricas, han logrado que el Gobierno ponga cada vez más dificultades.
Pero al mismo tiempo, y gracias al apoyo que muchos gobiernos, no solo el español, han dado durante años a este tipo de instalaciones de energías renovables, su coste ha ido bajando. Tanto, que va a llegar un momento en que resulta más barata la energía producida en ellas que la que compramos a las compañías eléctricas. A partir de ese momento, que está al caer, quien tenga una instalación solar o eólica en su edificio, se ahorrará lo que le costaría comprar la energía que antes consumía de la red, mientras esa energía la esté produciendo en su propio edificio.
Para que eso se pueda hacer, ha hecho falta una nueva normativa que nos permita consumir la energía que nosotros mismos producimos. La aprobó el Gobierno en el último consejo de ministros antes de las elecciones. Pero se dejó pendiente otra normativa igualmente imprescindible: la que regula el régimen económico del autoconsumo.
Lo dejaron como borrador, y en él se prevé un sistema de “balance neto”. Cuando la energía que produce mi edificio no llega a cubrir todo mi consumo, la que me falta la compro de la red normalmente. Y cuando es al revés, cuando produzco más de lo que consumo, entonces me puedo guardar el “derecho” a consumir esa energía sobrante en otro momento, con limitaciones. Lo que exceda esos límites sería regalado a la compañía eléctrica.
Menos da una piedra. Pero como Greenpeace ha señalado en sus alegaciones, lo más lógico es que la energía que nos sobre la podamos vender, exactamente igual que se hace ahora con la instalaciones que no son para autoconsumo, y exactamente igual que hace la compañía eléctrica con la energía que consumimos de la red: nos la vende. ¿Por qué nosotros se la tenemos que regalar para que ellos se la vendan a otros? Así no se incentiva el ahorro.
Si se regula bien, el autoconsumo puede ser una herramienta muy poderosa de ahorro energético: permitirá que todos podamos hacernos responsables de la energía que necesitamos, ajustando nuestro consumo preferentemente a lo que podamos producir. Exijámoslo.
Jose L. García Ortega (@jlgarciaortega), responsable de la campaña de Energías Limpias de Greenpeace
- Observaciones al Proyecto de Real Decreto de Balance Neto