Benigno Varillas, un veterano ecologista español, además de fundador de Greenpeace España, escribe hoy en el diario El País que los incendios no se apagan en invierno. Coincide con un discurso mantenido por la dirección del Colegio de Ingenieros de Montes que remarca que los incendios se apagan cuando se producen, en verano. Este topicazo, el que los incendios se apagan en invierno, tuvo su génesis y razón de ser en la necesidad de comunicar de manera pedagógica la necesidad de la gestión forestal en los montes, pero ha perdido su vigencia y ha sido desbordado por la realidad.

Benigno Varillas dice, y también en esto tiene algo de razón, que los incendios se apagan 40 años antes de producirse, con una política del territorio coherente con nuestra climatología y nuestros ecosistemas.
 
Vamos a explicar esto mejor. Los incendios que están ocurriendo durante el verano de 2012, como los que se produjeron durante los meses de invierno de este mismo año, son el resultado de un coctel explosivo formado por:

- Falta de gestión forestal y aprovechamiento de las masas forestales, en especial en el mundo mediterráneo, con la consiguiente acumulación de biomasa que  actúa como buen combustible en condiciones de calor y sequedad del suelo.  Esta situación es estructural, producto de décadas de abandono rural y del fin de las prácticas silvo-ganaderas (leña, carboneo, ganadería, aprovechamientos de pastos...), y ha convertido una gran parte de los paisajes forestales españoles en muy vulnerables al fuego. Esta situación no es producto de decisiones recientes.

- Cambio climático que aumenta el índice de riesgo de incendio. Durante las recientes olas de calor del mes de junio y julio de 2012 se han batido registros de temperatura máxima para el mes de junio en algunas capitales, y también algunas temperaturas mínimas más altas. La barrera de los 40ºC ha sido sobrepasada en el sur y sureste. A esto se suma un año hidrológico especialmente seco, pese a las lluvias primaverales. Estos extremos climáticos son síntomas de un proceso de africanización del clima de la península, como resultado del cambio climático. Es importante aclarar que la meteorología no tiene la culpa de los incendios forestales, aunque  las condiciones meteorológicas explican la virulencia del fuego y las dificultades para su extinción.

- Pervivencia de la cultura del fuego en la sociedad rural y la multiplicación de las causas de incendio, debido al aumento de la interfaz entre los usos urbanos (infraestructuras, recreo, viviendas, actividades...) y el medio forestal. Cada vez más, una colilla, una barbacoa, la chispa de una máquina, un vertedero o el mal mantenimiento de los tendidos eléctricos pueden generar una catástrofe si las condiciones meteorológicas son adversas.

- A estas causas, se ha unido recientemente la política de recortes en gestión forestal (prevención) y el descenso en el operativo anti-incendios. Este descenso en prevención y extinción no explica ni el origen del fuego, pero si la virulencia del mismo debido a las condiciones meteorológicas. Nadie puede garantizar que en caso de que no hubiera habido recortes, no se hubieran producido los episodios catastróficos de Valencia, Tenerife o Girona o el reciente en Las Hurdes. El problema, repetimos, es estructural, y no producto de decisiones tomadas el año pasado.

Dicho esto, es cierto que como avisamos en agosto de 2011 (Incendios Forestales 2011. No podemos bajar la guardia) en un contexto de abandono rural y de falta de rentabilidad del medio forestal, y con un cambio climático instalado en nuestro territorio, es inconcebible que se recorte en políticas preventivas.

Hace falta, por tanto, más gestión, en especial una gestión forestal que adapte los montes al nuevo escenario de cambio climático, que reduzca la densidad del arbolado y la cantidad de combustible acumulado durante décadas.

Benigno Varillas, en el artículo al que hacíamos alusión al principio, defiende una mayor presencia de herbívoros en el monte que generen un paisaje en mosaico con menos carga de combustible.  Y en esto coinciden todos los expertos, en que la ganadería extensiva sería otra buena forma de reducir la cantidad de biomasa en los montes.

Por último, hay que seguir apelando a la colaboración ciudadana, tanto en la prevención de incendios como en la colaboración con las autoridades para detener a los causantes de incendios y romper el silencio cómplice que todavía campa por el rural español. La labor pedagógica que puedan hacer los sindicatos para reducir el uso histórico del fuego es enorme, y de los cambios en estas prácticas por parte de ganaderos y agricultores en muchas zonas del interior de la península depende el éxito de la lucha contra los incendios. Para finalizar, hay que seguir aplaudiendo la acción preventiva de las Fiscalías de Medio Ambiente y la persecución del delito de incendiario.

Miguel Ángel Soto (@NanquiSoto), responsable de campañas de Biodiversidad de Greenpeace