No resulta fácil escribir sobre Chernóbil. No porque no haya cosas que decir, al contrario, hay tanto que ni si quiera sabes por dónde empezar... por... ¿cómo se produjo el accidente? ¿las consecuencias? ¿los riesgos que sigue suponiendo?...  Es difícil, sobre todo porque no es sencillo decir algo que no se haya dicho una y mil veces, muchas de ellas de manera impecable.

Pero, ¿cómo no decir que Chernóbil es, hasta que apareció Fukushima, la peor catástrofe nuclear de la Historia? ¿Cómo no decir que las consecuencias de este accidente siguen presentes hoy en día, 25 años después? Es imposible. Porque hoy hace 25 años, la vida de cientos de miles de personas se rompió para siempre. Eso no cambia, lo escriba quien lo escriba.

Tampoco cambian las historias, los miles de nombres que se esconden detrás de este 26 de abril de 1986, como el de Mykola Isaiev, ingeniero de la central y uno de los trabajadores encargados de contener el reactor. Su relato de los hechos es estremecedor: la incertidumbre inicial ante la falta de información, la odisea para evitar que el accidente fuera aún más devastador, el desalojo de su familia (como el de miles que tuvieron que abandonar la moderna ciudad de Prípiat). Isaiev, engalanado con las medallas que recibió por su labor como liquidador, explica a quien quiera escucharle cómo miles de soldados fueron enviados al techo del reactor, en turnos de pocos minutos, suficientes para condenarles. Asegura que más de la mitad están muertos, al igual que sus compañeros ingenieros. Él, afirma, tiene suerte de estar vivo a pesar de la lista de más de 20 enfermedades que nos enseña, junto con un montón de fotografías y recuerdos.

Y de recuerdos de ese día, y de aquellas vidas suspendidas está llena la zona de exclusión (área de 30 kilómetros alrededor de la central desalojada tras el accidente). Allí, entre casas abandonadas de cristales rotos y musgo en los tejados de uralita, viven Iván y María Semeniuk una pareja de ancianos que decidió regresar en 1988 al que había sido su hogar. Explican a los medios que se aglutinan frente a su granja que no tienen otro lugar a donde ir, que saben que no es bueno, pero que ya son mayores y que quieren vivir (y morir) en su hogar. Otros muchos jamás pudieron regresar.

No se puede hablar de Chernóbil sin hacerlo de Prípiat, la ciudad fantasma, donde el reloj se paró para siempre hace 25 años. De sus anchas avenidas y robustos edificios soviéticos, abandonados para siempre. Del silencio que retumba en la que fue la ciudad modelo soviética, el orgullo de todo un régimen ahora convertida en un cementerio de recuerdos.

Isaiev lamenta que Fukushima haya demostrado que nadie aprendió la lección de lo que aquí ocurrió.

¿Cómo no hablar hoy de Chernóbil? Desafortundamente, después de 25 años, sigue siendo necesario.

Marta San Román, prensa de Greenpeace

- Comunicado de prensa: El riesgo nuclear en Chernóbil persiste por los problemas en el sarcófago

- Campaña Anti-Nuclear de Greenpeace

- Galería de fotos de Chernóbil. 25 aniversario

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- Informes:

Chernóbil, 25 años después
Informe sobre el proyecto de construcción de un nuevo sarcófago

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