El vertido del Golfo de México evidencia la necesidad de poner fin a las perforaciones petrolíferas en el mar.

Esta semana ha visto la luz un nuevo informe sobre los impactos del vertido del golfo de México, coincidiendo con la presencia del barco de Greenpeace Arctic Sunrise a la zona.

El informe, que ha sido elaborado conjuntamente por el centro Georgia Sea Grant y la Universidad de Georgia, concluye que casi el 80% del petróleo vertido tras la explosión de la plataforma Deepwater Horizon sigue en aguas del golfo.

El petróleo que se ha disuelto en el agua no ha desparecido, como BP pretendía dar a entender y como sugerían otros informes anteriores, y según declara Charles Hopkinson, director del centro Georgia Sea Grant, tardará muchos años en desaparecer por completo.

El informe, que se publicó ayer y viene firmado por cinco de los científicos marinos más prestigiosos de Estados Unidos, constata que los procesos naturales de degradación o evaporación del petróleo complementan las tareas de limpieza de las aguas del golfo de México. Efectivamente, el petróleo se diluye y se degrada pero los científicos resaltan que este proceso es mucho más lento de lo que cualquiera querría pensar. Lo anterior es fácil de entender si tenemos en cuenta que, para que el petróleo se evapore, hace falta que esté en superficie y que, dada la gran profundidad del vertido buena parte del mismo permanece todavía en el fondo del océano.

No en vano, según los cálculos estimativos en los que se basa la investigación, este proceso, junto con la limpieza de la zona, tan solo ha conseguido retirar el 21% de la cantidad vertida.

Estamos ante una catástrofe ambiental de consecuencias todavía desconocidas tanto a nivel ecológico como económico y sanitario, porque ya se han detectado las primeras trazas del vertido en la cadena trófica, es decir, que la contaminación podría incluso llegar al ser humano. Reparar todos estos daños va a ser un proceso extremadamente largo y costoso, no sólo para BP sino también para la Administración estadounidense.

Es por lo tanto evidente que nuestra dependencia del petróleo no implica solo un constante riesgo de contaminación marina o ambiental, sino también sanitario y económico. Y llegados a este punto una se pregunta ¿tenemos que seguir pagando todos con nuestros impuestos, y con nuestro medio ambiente y nuestra salud el enriquecimiento de unos pocos? A mí me parece que no.

Aida Vila, campaña de energía y cambio climático