Si las medusas no quieren vernos y nosotros a ellas sí, no nos queda otra que pasar la noche en vela. Utilizo este plural de cortesía, pero quienes realmente están pasando la noche en cubierta y sin pegar ojo son las científicas del ICM-CSIC y la tripulación que tenga guardia.

Ellas inician su trabajo al anochecer y, a pesar de que el barco está durante el día prácticamente parado, comenzamos a navegar. Tiene su porqué. Si dejamos que nuestro movimiento dependa sólo de la deriva nos desplazaríamos paralelamente a las medusas, por lo que disminuyen las posibilidades de hallar algún enjambre. De esta manera, navegando, conseguimos rastrear una mayor superficie.

Trabajar durante la noche, paradójicamente, facilita la visibilidad de las medusas, la mayor parte de ellas están en superficie y, además, la especie que más nos interesa es luminiscente. Pero, ¿qué mejor luminosidad que poder trabajar en medio del Mediterráneo bajo el cielo estrellado?

Pero no todo es tan idílico, la noche tiene sus adversidades a la hora de ponerse manos a la obra. La logística no es fácil y obliga a condicionar el sueño de otros tripulantes a nuestras propias necesidades.

A todos les gratifica esta vigilia. En estas primeras noches se han encontrado varios enjambres, por fortuna, pertenecen a la especie que está siendo objeto de estudio en esta travesía. Como se esperaba, está siendo fácil observar momentáneamente a las medusas. Las horas de sueño se recuperarán durante el día.

A bordo del Arctic Sunrise, Diego Valor, editor web de Greenpeace