Ayer en una votación en plenario, el Parlamento Europeo coincidió con la Comisión Europea en que las tierras agrícolas dedicadas a la preservación de la biodiversidad (superficies de interés ecológico) no deben ser fumigadas con plaguicidas, rechazando un intento de la comisión de agricultura del Parlamento de bloquear esta prohibición.


 
Ya es hora de que el uso de plaguicidas esté prohibido en tierras agrícolas dedicadas a la protección de la biodiversidad. Hubiera sido escandaloso no hacerlo. La Unión Europea está a punto de entrar en una indispensable reforma de su política agraria, la PAC, por lo que la decisión de hoy no será la última en un largo camino que debe permitir el fomento y el crecimiento exponencial de la agricultura ecológica.
 
La agricultura ecológica es la única que permite tener alimentos sanos no solo a los seres humanos pero también a las demás especies. A veces nos olvidamos de que para que la inmensa mayoría de los alimentos llegue a nuestras mesas antes tuvieran que trabajar arduamente muchos otros seres vivos como, por ejemplo, las abejas. Mientras se alimentan, estos pequeños insectos polinizan los cultivos permitiendo su fecundación, permitiendo así que las plantas den frutos y semillas, que a su vez nos sirven de alimento a nosotros y a muchísimas otras especies.
 
Además, la agricultura ecológica pone a las personas en el centro, y permite que los agricultores y agricultoras sean independientes de las corporaciones que se llenan los bolsillos con la venta de venenos. Por otro lado, es la mejor tabla de salvación frente a retos tan importantes como el cambio climático, la contaminación de las aguas o la severa degradación de los suelos.
 
Desde la reforma de la PAC en 2013, las personas que se dedican a la agricultura tienen que establecer zonas de interés ecológico en sus parcelas porque si no lo hacen no perciben los subsidios a que se candidatan. En estas zonas, las prácticas agrícolas deben beneficiar la biodiversidad y ayudar a proteger el clima. Sin embargo, estas normas se han ido debilitando progresivamente y ahora permiten la siembra de ciertos cultivos (leguminosas u otros cultivos que capturan CO2) y la fumigación con plaguicidas sintéticos.
 
En febrero, la Comisión utilizó sus poderes para cambiar estas reglas, prohibiendo el uso de plaguicidas en las superficies de interés ecológico. Dos miembros del Comité de Agricultura del Parlamento Europeo, Albert Dess y John Stuart Agnew, propusieron posteriormente un veto parlamentario a esta prohibición, apoyada en la comisión de agricultura, pero que fue rechazada en la votación plenaria de ayer.
 
Con esto, el Parlamento Europeo mostró su apoyo a la propuesta de la Comisión y, más importante, a la biodiversidad. Es una alegría ver que aunque coste, las cosas pueden cambiar. El planeta se lo merece y necesita el compromiso activo de los responsables políticos.