Hace diez años, un día como hoy, a muchos de nosotros se nos encogió el estómago y el alma comprobando cómo el Prestige, que nunca debió salir hacia el que sería su último viaje, se partía en dos y se hundía frente a las costas gallegas. Durante seis interminables días lo marearon de un lado para otro, olas de varios metros azotaban su casco, dejando un reguero de chapapote que presagiaba un final trágico.

Pero el 19N, ante la incapacidad de sus gobernantes, el pueblo se levantó. Centenares de miles de voluntarios llegaron de todos los rincones para plantar cara a la marea negra. La movilización social demostró que el medio ambiente es más importante para la sociedad de lo que los políticos y la industria petrolera creen.

Los gobernantes de entonces que, paradojas del destino, son los mismos de ahora, fueron incapaces de gestionar con diligencia una situación superlativa. Un cúmulo de erróneas decisiones, fuera y dentro del país, tiñeron de luto las costas gallegas y buena parte de la costa cantábrica. Mostrando un absoluto desprecio a las personas que allí vivían y a la naturaleza, pensando erróneamente que el mar es un vertedero que todo lo aguanta, consumaron una tragedia ambiental sin precedentes en nuestro país.

En los últimos tiempos hemos ido conociendo cómo compañías petroleras como la francesa Total, tras la marea negra provocada por el petrolero Erika, y ahora BP, por los vertidos de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon en el golfo de México, acaban pagando cifras insignificantes ante el daño causado. 375.000 euros por un delito ecológico e indemnizaciones por valor de unos 200 millones de euros a los municipios afectados, en el caso de Total, y 3.500 millones de euros ha pactado la petrolera británica con la Administración norteamericana, por la muerte de 11 personas y el desastre ecológico producido. 

Creo que no deberíamos tolerar que se perpetúe un sistema energético que no está al servicio de las personas y que agrede al clima. La mejor forma de honrar al movimiento ciudadano, que plantó cara a la adversidad y a la incompetencia de un gobierno desbordado por los acontecimientos y que aún hoy sigue pensando que lo hicieron bien, es seguir luchando por un mundo sin petróleo, por un  modelo energético basado en el ahorro, la eficiencia y 100% renovable.

Mario Rodríguez (@mario_rod_var), director ejecutivo de Greenpeace España

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